(Este artículo lo publiqué en BALCEI en la primavera de 2006 con motivo de la histriónica actuación del futbolista Samuel Eto'o en el partido Real Zaragoza - F.C. Barcelona)
Amanece, nace la sonrisa de mi amor y las palabras que definen el día vienen a nosotros amordazadas por la agresión de un grupo de espectadores hacia un jugador de fútbol. Él, que es humano, muestra su rebeldía y decide abandonar el terreno de juego donde, domingo a domingo, nos deleita con sus habilidades y su magia. El mundo occidental abre su boca, estupefacto, y sugiere horrorizado que debemos retorcer nuestras conciencias, pues una vez más unos pocos pobres de espíritu, con sus gritos y chirridos sin alma, han elevado a la categoría de titular (“Racismo en La Romareda”, “Me pongo en la piel de Etoo”, “Goles contra el racismo”) lo que no es sino la miseria de una minoría.
Escribo esto para decirte, Samuel, que estamos contigo, y con todo tu pueblo, herido por el olvido. Estamos contigo y con quien viste tu misma piel y mi misma esperanza. Estamos contigo, Samuel Etoo, y con quien cada mañana abre su mirada para buscar en la mano del amigo algo más que calor, tal vez horizontes. Por eso, Samuel, amigo, te pido a ti y a quien como tú podéis haceros oir, que no manchéis con la soberbia del que triunfa el esfuerzo de los más. Que oiste esa tarde mensajes que hielan la sangre de quien como tú, y todos nosotros, preferimos el calor del esfuerzo común. Pero, créeme, Samuel: somos más los que en La Romareda, en Zaragoza, en Aragón, aplaudimos la diferencia, siempre que sea beso de igualdad. Y créeme, Samuel: somos muchos los que cada día vivimos junto a nuestros iguales, que son distintos. En la escuela, por ejemplo, y sé de qué hablo. Y en la calle. Por eso, Samuel, te ruego tu aplauso a quienes apluden al humillado.
No estás solo, pero no nos dejes solos. Tú, que tantos triunfos tienes en tu mano, debes ayudarnos para que los titulares del próximo día digan: “Frente a los insultos de una minoría, los jugadores del Zaragoza y el público de La Romareda arroparon a Etoo”. Que fue, por cierto, lo que ocurrió. Pero, claro, debes recordar que somos más los que creemos en lo que tú, con tus actos, a veces niegas. Porque sería más constructivo poner el acento en la mayoría que te acogió y comprendió que en la minoría que ensució tu memoria con su odio. Ayúdanos, Samuel.
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