lunes, 29 de octubre de 2007

Tarde victoriosa, memoria al olvido (Real ZGZ, 4 - Villarreal, 1)


(por Juan Antonio Pérez-Bello)

Ha salido el sol. Ayer, domingo, el Real Zaragoza se enfrentó al Villarreal, al que derrotó por 4 - 1. Si las emociones se quedan a vivir entre nosotros, podremos decir que ayer nos visitaron todas: las cuatro dulces doncellas que acompañan siempre a los vencedores y las amargas arpías que se acercan a los débiles en forma de violento infortunio.

El Real Zaragoza jugó un partido fornido. Sus jugadores se mostraron bien cosidos al nuevo césped de la Romareda, con mucha letra en cada párrafo que escribían y con ese puntito de sangre en sus pupilas necesario para conformar un espíritu unido y ganador.

La consecución del primer gol fue la forma más eficaz de cerra carpetas abiertas violentamente por la inestabilidad que nace cuando no estamos seguros de nosotros mismos, temblamos ante la indiferencia y recibimos bofetadas a las que no sabemos responder. La historia del fin de los negros episodios de la semana pasada comenzó con las declaraciones de Aimar, sinceras y sólidas, y terminó el domingo con esos cuatro disparos bien elaborados por los delanteros zaragocuistas, que supieron ser parte de un equipo, con el que colaboraron, por el que lucharon, para el que sudaron. La solidaridad que mostró el Real Zarafgoza a lo largo de todo el partido es la mejor (a veces pensamos que la única) herramienta que nos ayudará a ser fuertes.

La unión entre las líneas, la comprensión del trabajo de los demás compañeros, la precisión en el esfuerzo y la calidad generosa puesta al servicio del grupo fueron suficientes para pasar por encima de un autosuficiente Villarreal, que venía de darle un baño al poderoso Barcelona, el mismo que nos había destrozado a nosotros hace algunas semanas, y conseguir al mismo tiempo devolver la sonrisa a la afición.

Me gustó mucho el trabajo defensivo. Diogo tuvo pocas ocasiones para descolocarse, pues las piezas estaban muy bien encajadas y eso le ayudó a trabajar en ataque con la inestimable ayuda de Sergio García. Ayala estuvo muy centrado, muy seguro, muy líder. Rápido en el corte, anticipándose a los delanteros castellonenses, eliminando todo peligro áereo, mandando y gobernando, que no es lo mismo aunque parezca igual. En mi opinión, uno de los mejores. Pavón trabajó con seguridad y acierto, complementando la tarea del Ratón. Lástima esa tarjeta roja de la que no sabemos si nos terminaremos acordando. Y Cuartero. Se me agotan las palabras, no sé dónde encontrarlas, para explorar mi corazón y decirle que estuvo muy bien: trabajador, decidido, acertado en sus acciones...y malafortunado cuando la desidia de la mala suerte se fija en él. Siempre en él. El mejor abrazo que podemos enviarle es una victoria en Almería. ¡Ánimo, capitán, mi capitán! Por último, quiero mencionar las buenas sensaciones que aportó Paredes los minutos que jugó. Si uno ha visto fútbol y ha sido capaz de aprender algo, podré decir que el Real Zaragoza tiene un excelente lateral izquierdo.

El centro del campo fue de lo mejor. Zapater jugó, creo, el mejor partido con la camiseta zaragocista. Y la mejor prueba de lo que digo es el titular que le dedicó EL PAIS el lunes, cuando su cronista centraba el mérito de la victoria en el magnífico trabajo del jugador aragonés. Firme, seguro, insolente, luchador (muy luchador), agradecido con la fortuna y generoso cuando nos mostró que su calidad futbolística va más allá de su fuerza. El centro a la cabeza de Oliveira fue digno de los mejores balones de Juan Señor.

Sergio García y Óscar estuvieron estelares. Trabajo, calidad, aportaciones diferentes, propuestas dignas de la Playstation. En fútbol no sólo hay que saber lo que se puede hacer en cada momento, sino que hay que saber ejecutarlo y hay que hacerlo con precisión y rapidez. Es lo que diferencia a los grandes de los buenos y Sergio y Óscar fueron grandes el otro día. Y los dos delanteros, que parecen decididos a convertirse en la mejor delantera de la Liga. Oliveira necesita un balón para él solo, pero incluso el domingo se le vieron detalles de equipo. Además, por supuesto, de su capacidad goleadora, que parece querer recuperar como si fuera esta su última oportunidad en el mundo. Por último, la esforzada aportación de Diego Milito, menos esplendorosa que otras ocasiones, pero del que no debemos olvidar sus ocasiones, su pedregosa actividad, el pase a Óscar para que este logarar el segundo gol y la transformación del penalty a Sergio García.

No suelo hacer recorridos por todos y cada uno de los protagonistas del partido, pero hoy me salía, me lo pedía el cuerpo blanquiazul que tanto ha temblado esta temporada. Y, seguramente, porque así me doy licencia para hablar de Victor Fernández. Ha sido centro de iras y afectos durante los últimos días. Conocido es mi apoyo a su trabajo y su idea futbolística, por lo que no extrañará que pretenda en estas líneas darle luz a la idea de que si un entrenador es culpable cuando un equipo no trabaja ni funciona como debe, también habrá que reconocerle el mérito cuando el grupo hace lo que se le pide y cumple sus objetivos. El entrenador es, ante todo y por encima de muchas cosas, un gestor de relaciones personales y yo quiero decir que Victor ha demostrado que sabe lo que se trae entre manos, que conoce las miserias y grandezas de sus muchachos y que el pasado domingo dio una lección de humildad, inteligencia y compromiso zaragocista. ¡Felicidades, mister!

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