(por Juan Antonio Pérez-Bello)
El Real Zaragoza disputó ayer su decimocuarto partido de Liga. Decimoséptimo de la temporada, si contamos los dos (ay, únicos) de Copa de la UEFA y el partido de ida de la Copa del Rey. Se presentían aguas turbulentas y, en efecto, el partido respondió a lo temido. Juego insulso, pocas ideas, nada de jogo bonito y mucho de ausencia de color. El Zaragoza, así y todo, se acercó a la meta del Pato con algunos picotazos que a punto estuvieron de facilitarle una ventaja no sé si inmerecida, pero sí inesperada. Sin conseguir elaborar una propuesta uniforme y consecuente, nuestros jugadores tienen tanta calidad que a base de esfuerzos individuales pueden llegar a ser capaces de ganar un partido. Pero también es verdad que poseen una debilidad mental tan acusada que cualquier breve bofetada que el contrario se atreva a propinarnos nos pone al borde del abismo. Y somos capaces de perder nuestra honra a manos del primer gañán que nos ponga la mano encima.
Hoy, querido lector, abandono el verbo blanquiazul y te propongo un ejercicio matemático. Estudiemos el partido del Zaragoza con datos objetivos, esos que se recogen en las libretas de los segundos entrenadores y que sirven, en muchos casos, para que el mister tome decisiones que a veces nos dejan estupefactos a los profanos pues rara vez nos fijamos en esos aspectos matemáticos que, queramos o no, también conforman un partido de fútbol. Vamos a ello.
El Zaragoza fabricó 142 jugadas de ataque frente a 125 del Getafe; realizó 5 jugadas en el área, las mismas que los madrileños; 8 saques de esquina por 7; 55 balones recuperados por 64 y 85 balones perdidos por 76. Nuestro portero intervino 15 veces frente a las 8 del visitante; del mismo modo, César realizó 8 paradas y el Pato tan solo 1 mientras que el apartado "remates" arroja el siguiente balance: a puerta, 2 por 10; fuera, 4 por 7 y otros 7 por 3. Total: 13 remates por 20.
Estas cifras admiten varias lecturas, todas ellas incompletas, pues desconocemos aspectos como, por ejemplo, dónde se pierden o recuperan los balones, pues no es lo mismo perderlos siempre en el centro del campo que en defensa, como así puede explicarlo Juanfran (su pérdida supuso un gol); o, por poner otro ejemplo, no es lo mismo una intervención in extremis del portero que una simple cesión. Sin embargo, sí podemos proponer una reflexión que procure ayudar a entender lo que le ocurre al equipo.
1. El gran número de jugadas de ataque fabricadas no encuentran acomodo en la finalización. Ello nos lleva a pensar que los delanteros, grandes delantero, por cierto, del Real Zaragoza bien no reciben balones adecuados, bien no entienden la idea futbolística de sus compañeros. Hay que modificar ese status.
2. El sistema de contención del equipo no es lo suficientemente sólido como para evitar que el portero, ¡jugando en casa!, tenga que intervenir el doble de ocasiones que el portero visitante. La defensa tiene que emplearse en demasiadas ocasiones con excesiva precipitación, ante las oleadas que provienen de líneas contrarias no de gran calidad pero sí cargadas de entusiasmo. Un ignoto Javito, un maduro Víctor, un casi inédito Pavone y una mala copia de hoplita despistado (por su estética) Granero nos hacen un siete a la menor ocasión.
3. Lo anteriormente expuesto nos lleva a pensar que hay demasiados resquicios en nuestras filas y excesiva condescendencia en las primeras líneas. Salvamos a Sergio García, ejemplo de clase, pundonor y entrega, como lo demuestra que fuera él, ¡un delantero!, quien sacase un balón en la misma línea de gol zaragocista. Hay que trabajar el bloque, los movimientos comunes y los mecanismos de ataque y repliegue. ¿Y un poquito de rasmia, quizás?
4. Si no hay un maestro en el centro del campo, y a la espera de la recuperación de Matuzalem, apostemos por el músculo, que lo hay, y procuremos pensar con realismo. Si el equipo está bien sostenido en la retaguardia, y ayer hubo momentos en que eso pareció lograrse, sobre todo por el trabajo de Ayala (muy bien), Paredes (muy entregado) y Valero (estuvo tan correcto que Diogo debería dormir en Zaragoza el próximo domingo), todo es mucho más fácil. Lo demostrado es que el menor rasguño recibido nos hunde, mientras que si metemos gol se nos alegra la mirada y somos capaces de lo mejor. Evitemos, pues, la miseria, para poder saborear la gloria.
5. Y todo eso lo saben quienes más saben. Uno no es quien para decirle al entrenador lo que hay que hacer, pero hemos visto mucho fútbol y, sobre todo, tenemos mucha experiencia en trabajar con grupos humanos y de ellos hemos aprendido que si hay una máxima que no puede faltar en situaciones así es la unión de todos ante la adversidad. Y la fidelidad. Penélope lo supo hacer, tejiendo por el día y destejiendo por la noche, pues sabía que, tarde o temprano, su esposo, Ulises, regresaría al hogar. Y regresó.
hola SOY TAMBIEN ZARAGOZISTA
ResponderEliminarte indico un Nuevo blog de futbol por si crees conveniente incluirlo en tu blog:
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saludos
Tomas Guajardo
juan hoy si que has escrito con claridad,con mas claridad que el entrenador que tenemos que no se entera por donde le viene el aire
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