Es tarde. Este miércoles ha cubierto sobradamente cualquier expectativa y demasiadas emociones vividas en tan pocas horas hacen que el cansancio ocupe cuerpo y alma sin apenas hueco entre el ánimo y la desilusión.
Hemos podido escuchar muchas y variadas opiniones, con varias líneas argumentales bien definidas, cada una con una apuesta informativa que se aleja o se acerca a nuestra opinión a conveniencia. Sin embargo, uno ya peina canas (aunque pocas, para desesperación de mis colegas), arruga el alma ante las emociones fuertes y no desea que el riesgo gratuito se instale en mi almohada, así que opto por la prudencia, la mesura y, en muchos casos, la desconfianza ante los mensajes que llenan los buzones de blogs, webs, periódicos y foros más o menos respetables. Y dicho esto, manifiesto mi única fe.
Fe en el trabajo. Aquí estamos para jugar al fútbol y ganar partidos. Lo demás, morralla.
Fe en el esfuerzo. Nos debemos, se deben a un escudo, una camiseta y una Historia. Lo demás, melodías apagadas.
Fe en el compromiso. Nuestros jugadores, técnico y directivos nos deben una a esta afición golpeada, mancillada y desilusionada. Nos la deben.
Fe en el zaragocismo. En el zaragocismo de corazón, de memoria, de emoción sincera, de sentimiento agrupado en torno a un único grito (y léase que escribo "grito" y no "voz"): ¡Aúpa el Zaragoza!
Fe en la fe. Es lo único que no podemos perder, es lo único que no debemos despreciar, es lo único que debe acompañarnos hasta el final de nuestros días, es la única compañera a la que le debemos lealtad. Lo demás, plástico en el alma, chatarra en en el corazón.
Hoy ha sido un día oblicuo, diagonal y encogido. Mañana es el primer aliento de un hermoso y bien ganado futuro. El león de nuestro escudo no se merece ni una lágrima más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario