miércoles, 17 de diciembre de 2008

La fábula de la mañana hablada

(por Juan Antonio Pérez-Bello)

El "yalodijismo" es como la pertinaz sequía de la que el "Generalísmo" echaba mano cuando pintaban bastos (que era siempre, por otra parte). El "yalodijismo" es esa molesta enfermedad, no grave pero sí incómoda, que se asienta en ciertos ámbitos de la vida misma y que casi siempre nos impide ver los árboles porque hay un bosque de fiemo comunicativo de por medio.

El zaragocismo no se libra de semejante grano y podría decirse que está hasta en cierto modo bien instalado entre nosotros, pero no haré mucho caso de él, porque resulta y estoy convencido de algo que gusta repetir ese periodista lúcido y erudito que es Pedro L. Ferrer en las tertulias en las que participa y que sigo con gusto: "En esto del fútbol al final todos tenemos razón".

El Real Zaragoza está viviendo su semana más grasienta y emponzoñada de la temporada. Al derrota del sábado ha dejado a nuestras huestas doloridas y sus uniformes lucen ahora más bien como harapos conseguidos a base de espadazos recibidos por la izquierda y la derecha, tras finzaliar una de esas batallas que pasan a formar de la historia mediocre que constituye toda derrota. Ayer, por ejemplo, la plantilla y el cuerpo técnico vivieron una extenuante aunque espero que fructífera reunión en la que "se dijeron de todo" para acabar mirándose a la cara y, según nos cuentan, abrirse los corazones y compartir abrazos de compromiso mutuo y forzudas intenciones.

Me gusta que se hable, me gustan las palabras. Lo cierto es que mi vida es una palabra, vive en la palabra y se acuesta en ella, porque mi trabajo me lo pide y mis afectos me lo dan. Sin emabrgo, me apetece pedirles a nuestros jugadores más verbo en el campo, más sustantivos en la cancha, más complementos en las áreas, sea para defender, sea para golear. Esa es la palabra que les pido, la que les sugiero, con la que sueño cada fin de semana. Las otras las dejo para quien me lleva a Macondos recónditos o Vetustas vividas, que con ellos sí quiero pasear.

En dos palabras, que mi Presidente me exige que así lo haga: "Tíos, hay que hablar en el campo, que lo que habléis en el vestuario a la afición "nos la pela" y nos duelen esas derrotas que nos regaláis de vez en cuando como una patada". Uf, lo he conseguido. Hablar claro, quiero decir.

Dicho lo cual: que lo de ayer por la mañana sirva para remontar y enderezar este barco, pues cuantos más brazos sumemos más amables serán los pasos que nos devolverán a casa. A Primera.
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