(por Juan Antonio Pérez-Bello)
El Real Zaragoza cayó derrotado (2 - 0) frente al Real Club Celta de Vigo en partido correspondiente a la 16ª Jornada del Campeonato Nacional de Liga de 2ª División.
La pereza, la tristeza, el abatimiento. El miedo. Todo eso junto estremece. Me estremece. Estoy asustado y quiero creer, necesito creer, que el de ayer fue el partido tonto que va a tener este Real Zaragoza cada cinco o seis jornadas. El anterior había sido el de Gerona y ayer tocaba.
Los primeros diez minutos dieron para que el Celta disfrutase de hasta cuatro excelentes ocasiones de gol de esas que entran o "date por". López Vallejo salvó tres de ellas y ya estábamos en la Peña contabilizando los minutos que le iba a costar a este Zaragocica nuestro despertar cuando nos dimos cuenta que aquello no iba. Era tal la desorganización, era tal la penuria, era tal la fealdad del juego que...en fin, no sé.
Mi Presidente, cuya clarividencia me asombra y nunca deja de sorprenderme, llegó a decir aquello de "ya verás, ellos llegan cinco veces y no mojan; nosotros llegaremos una, y gol". Y casi. Casi tiene razón, quiero decir; casi golea el Real Zaragoza. La única jugada digna de ser recordada, magnífica, por otra parte, acabó con un poste a chut de Ewerthon, mas ahí empezó y acabó todo. Fin.
A la grave desorientación que nuestros jugadores sufrían se unió la nefasta actuación del árbitro, Pino Zamorano, pero como no estoy para mucha fiesta, ni me fijaré en semejante circunstancia. Lo serio era que nuestro equipo era una verbena y si el sistema no funcionaba, los hombres tampoco. López Vallejo salvaba la cara, Ayala en un par de acciones nos recordaba quién había sido, Gabi ponía algunas gotitas de clarividencia y Caffa corría, de vez en cuando, con criterio y velocidad. Y ya.
La segunda parte fue forrible. Horrible para nosotros, claro. No hubo forma de enderezar aquello y yo, que pensaba que el primer tienmpo iba a ser el malo, resultó que no, que había sido el bueno. El equipo deambuló, no supo ni pudo hacer suyo el partido y aquello hacía aguas. Muchas aguas. Demasiadas aguas. Oliveira no estuvo, Gabi comenzó a desquiciarse, Marcelino se hallaba demasiado lejos de los suyos para hacerse oír (circunstancia esta que yo creo que también tuvo su importancia) y, para colmo de males, el Celta marcó. Segundos después de que el Huesca hubiera evitado encajar un gol de penalti. Si difícil estaba el partido, aún se puso peor con los cambios. Marcelino lo intentó, se pudo haber optado por esto o aquello, pero bueno, la tarde estaba para pocas alegrías y el Celta remató la faena con un bonito gol. 2 - 0 y a casa.
Siempre he pensado que de desastres así es más fácil llegar a conclusiones que de partidos mediocres en los que no se ven con claridad los errores y las deficiencias. Para mí, que de esto no sé y cada vez entiendo menos, fue determinante la ausencia de Jorgelópez, que es, sin duda, uno de los faros de este equipo siempre y cuando juegue en el centro del campo. Se hace preciso, además, un fichaje de garantías en el centro de la defensa y se está demostrando que Oliveira y Ewerthon, junticos, no están viviendo sus mejores horas. Por lo menos Oli no está, aunque se le espera.
Así pues, y dicho lo cual, me parece que vamos a tener semana movidita, y más vale que al Alicante se le gane y bien, porque si no la Navidad se nos va a hacer muy larga y para largo, ya tenemos el camino de vuelta a casa. A Primera.
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