Lunes tormentoso. En 1987 Mike Figgis dirigió la que era su primer película y en la que trabajaron una entonces emergente Melanie Griffith, un en la cúspide Sting y un aún desconocido Tommy Lee Jones. En esa película conocemos a Brendan, que trabaja como portero en un club de jazz, pero cuyo negocio está en peligro debido a las presiones de un mafioso americano, que pretende comprar el local. Lunes tormentoso, pues.
Y eso es lo que vivimos hoy. Un torbellino desbocado e incontrolable que está agitando peligrosamente las ramas del zaragocismo y que amenaza con llevarse por delante cuantos racimos de esperanza adornaban hasta ahora el universo blanquiazul. El lamentable aspecto que mostró nuestro equipo el pasado sábado en su partido frente al débil Córdoba ha servido para atemorizarnos y dejar en nuestro espíritu las dudas que nunca quisimos acoger. Dudas y atisbos de pánico, como se está comprobando en los medios de comunicación si los leemos hoy y se dejó traslucir por parte de los contertulios del programa de Aragón Televisión, "La Jornada", ayer por la noche. No me pudo producir mayor desazón el ánimo encogido de Pedro Luis Ferrer o la santa indignación de que hizo gala Chesús Santamaría. Y eso, todo eso, es lo peor que nos podía pasar, pero ya está pasando.
El Real Zaragoza todavía dormita, y digo bien, dormita, en puestos de ascenso pero ya hay ahora mismo una nutrida jauría (dicho con cariño y respeto, no se me malinterprete) de dignos adversarios que se están dejando la piel en el intento de alcanzar los oropeles de las primeras posiciones. No es importante estar donde estamos, que también, sino el pálpito que el equipo muestra. Y eso, amable lector, sí que nos otorga motivos para la desazón y la preocupación.
Marcelino, jugadores: es vuestra hora, es vuestro momento. No queremos palabras, no las necesitamos, no nos consuelan. Queremos victorias, queremos la cabeza del adversario, necesitamos argumentos para huir del dislate. Este equipo tiene que ganar el próximo partido y tiene que hacerlo poniendo sobre el verde césped de la Romareda el aroma de nuestro himno. Sólo así este cuerpo y esta alma que damos en llamar Zaragocismo encontrará las fuerzas necesarias para recorrer el camino de vuelta a casa. A Primera.
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