martes, 17 de febrero de 2009

Se agranda nuestra voluntad


El Real Zaragoza vive estos días una situación de calma en tensión. Es una sensación dulce y necesaria, capaz de abrillantar los músculos de un guerrero vigoroso que poco a poco va encontrando los mejores escenarios para la batalla y que ya ha cosechado siete puntos en tres partidos, cinco más que los que recogió en el mismo número de encuentros en la Primera Vuelta. ¿Es eso bueno? ¿Es señal de comprometidos futuros? ¿Significa que el espejo de la esperanza se mantiene limpio y nos devuelve la verdad tantas veces deseada?

Hay un dato que merece ser subrayado: los medios de comunicación, todos los medios de comunicación, mantienen un discurso muy parecido acerca de la realidad del equipo. Coinciden en señalar que hay sentido en el juego, que hay más implicación, que hay solidaridad, que hay fútbol, en definitiva, en este equipo hasta hace poco menos de un mes crucificado y sentenciado por los distintos sanedrines periodísticos. Esa unanimidad anima, tranquiliza al aficionado, pues si algo es verdad en esto del fútbol, que ya es mucho decir, es que los grandes objetivos se logran cuando todos los sectores y ámbitos de un club caminan en una misma dirección. Eso está sucediendo, aquí y ahora. Las modificaciones tácticas y las nuevas órdenes transmitidas por el cuerpo técnico a los jugadores han dado sus frutos y se está traduciendo en mejores resultados y, sobre todo, en la elaboración de un mensaje futbolístico con el que todos estamos más conformes. Pero hay más, y ese más lo interpreto en clave personal. De personas, vamos.

Estoy convencido que durante el mes de diciembre se había llegado a una situación de disgusto generalizado en el grupo, provocado por la presencia de ese jugador nacido en Sao Paulo cada día más incómodo y triste, cada día más desenganchado de la vida blanquiazul. Además, el hecho de que el ataque y la elaboración del juego pasase casi siempre por sus botas hacía que se viviese frente a un muro gris y huérfano que dibujó un panorama apagado y poco halagüeño. La situación se fue manchando cada día que pasaba y lo que parecía una simple pugna entre la estrella y el club acabó siendo un serio obstáculo para que reinase la armonía en el grupo.

Al final se fue. Huyó, como sólo lo hacen los espíritus vacíos de amor, aunque toda una afición y el mismo club habían abrazado su piel negra como la pena negra y habían entregado su alma a cambio de sus goles, los mismos que nos negó desde hacía tanto tiempo y el mismo que no celebró cuando batió al portero del Rayo. Cuando se fue algó se rasgó en el cielo zaragocista, eso es cierto, pero tengo para mí que más de un jughador y más de dos y más de tres pensaron: "¡Hala a cascála!", usando una expresión más aragonesa que el bigote de Labordeta y respiraron y se dijeron que ahora iban a poder trabajar tranqyuilos y en paz. Escribo esto bien claro, sin alardes ni palabros, "p'a que mesentienda", y por si acaso no me he explicado, ahí va el resumen: Marcelino ha hecho una limpia impresionante y aunque le habría gustado que hubiera venido un delantero para completar la plantilla, creo que es más el beneficio de perder de vista al jugador de Sao Paulo que perjuicio produce no contar con un delantero a cambio.

Y eso es así porque otros jugadores están emergiendo y explicándose desde que el futbolista de Sao Paulo se fue a "su" Betis. Arizmendi, Songo'o, Ewerthon, Gabi, Goni hasta su lamentable lesión, el propio Zapater, Jorgelópez, Generelo, el niño Herrera, todos ellos se miran a la cara y ninguna sombra proveniente de la figura perfumada con fragancias de mentira y traición oscurece su deseo de vencer y lograr el objetivo. Ninguna sombra proveniente del ídolo con pies de basura agreste apaga sus pechos esforzados.

Estos jugadores, que sí son nuestros, seguramente no se besarán el escudo, ni hablarán con palabras limpiadas con la podredumbre y la hipocresía, pero van a luchar, ya están luchando, por alcanzar los objetivos por los que todos sufrimos. Ahora veo, todos vemos, un grupo que cada vez es más grupo y la prueba de fuego, el verdadero partido, es la del próximo sábado y Elche tiene que ser la última curva de ese camino que nos debe devolver a casa. A Primera.
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