jueves, 3 de febrero de 2011
Dile a la Victoria que se quede (Málaga, 1 - Real Zaragoza, 2)
Y Ander Herrera, el niño vasco que respira cierzo por todos sus poros, corrió a abrazarse a Sinama, ese delantero que marca pocos goles pero de alto voltaje clasificatorio. Y Lafita abrió su poderosa boca para gritarle al mar cercano que la vida la tenemos bien atrapada a fuerza de ver de cerca la muerte. Y Leo Franco desvió nuestro destino cuando ese balón empujado por el veneno de Duda quería rompernos el alma transformando en gol enemigo nuestra agonía presunta.
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