En efecto. En todo este barullo de emociones encontradas, sensaciones disputadas y sentimientos peleados, hay una parte del corazón zaragocista que sufre como nadie siendo, precisamente, la que menos decisiones puede aportar. Hablo de la afición.
Se dice que un club es una suma de voluntades: la directiva, el cuerpo técnico, los jugadores, los medios de comunicación y la afición conforman esa entidad repleta de historia y fuerza social que llamamos Club. Pues bien, todas ellas actúan, pueden decidir el curso de los acontecimiento con su trabajo e influir en la vida del mismo. ¿Todas? ¡No! La afición es el sector pasivo, el que aporta su latido y su ilusión, pero el que recibe alegrías o decepciones, siempre a voluntad del resto de agentes. Por ello, seguramente la más indefensa, la que sufre sabiendo que es impotente, que no puede aportar al proceso poco más que su voz y su aliento (o desaliento) es la que ahora mismo precisa la atención y la consideración de los demás ámbitos. Preferentemente de los jugadores. Ellos, junto a la presencia del entrenador, son los deudores de una afición, de una hinchada, que no se merece lo que está ocurriendo. Así pues, por ella, por el escudo, por la historia y por la emoción contenida en el caudal reseco del Ebro, este domingo, más que nunca, ¡a ganar!
Se dice que un club es una suma de voluntades: la directiva, el cuerpo técnico, los jugadores, los medios de comunicación y la afición conforman esa entidad repleta de historia y fuerza social que llamamos Club. Pues bien, todas ellas actúan, pueden decidir el curso de los acontecimiento con su trabajo e influir en la vida del mismo. ¿Todas? ¡No! La afición es el sector pasivo, el que aporta su latido y su ilusión, pero el que recibe alegrías o decepciones, siempre a voluntad del resto de agentes. Por ello, seguramente la más indefensa, la que sufre sabiendo que es impotente, que no puede aportar al proceso poco más que su voz y su aliento (o desaliento) es la que ahora mismo precisa la atención y la consideración de los demás ámbitos. Preferentemente de los jugadores. Ellos, junto a la presencia del entrenador, son los deudores de una afición, de una hinchada, que no se merece lo que está ocurriendo. Así pues, por ella, por el escudo, por la historia y por la emoción contenida en el caudal reseco del Ebro, este domingo, más que nunca, ¡a ganar!
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