Asoma este lunes con la carita pícara y la mirada diagonal de quien sabe que hay motivos para la sonrisa, por mucho que siempre haya razones para el discreto gesto temeroso. Será que todas la miradas confluyen en el portero, que estuvo grande, como uno lo recordaba en aquel partido entre el Real Zaragoza y el Recreativo de Huelva, cuando lo paró todo e incluso le sacó a Pablo Aimar una falta directa en la cruceta del arco, allí donde las arañas dormitan pacientes a la espera de la presa. Será que todos los mimos son para esa pareja de paulistas que muestran el brillo de su piel a la noche blanca para que se la acaricie la primera garota que decida recordarles sus primeros días bajo el cielo verde y amarillo de la costa atlántica. Será, en fin, que sigue gustándonos tanto Jorgelópez que uno no duerme tratando de encontrar la respuesta a la pregunta que me hago cada día desde hace 8 semanas: ¿tan difícil habría sido fichar a este hombre el año pasado?
La carita pícara, la misma que acompaña mis días y mis pasos, tratando de recorrer lo antes posible el rugoso sendero que nos ha tocado conocer este año. Levanto la vista de vez en cuando, para atisbar algún detalle en ese horizonte lejano e inalcanzable que conforma cada semana y no hago caso a los sacerdotes del fútbol que claman por la calidad que no llega, por el sentido futbolístico que el grupo parece desechar cada partido, por la ausencia de significado de cada jugada, por el aburrimiento, en fin, que preside cada jornada. No sé, pero casi me da igual. Yo quiero ganar, meter un gol más que el contrario, quiero vencer aunque sea en el minuto 90, sufriendo, engañando al sol, apedreando la mañana. Quiero ganar, porque sé que cuando ganemos, será más fácil jogar bonito. Será más fácil respirar. Será más fácil acortar la senda que ahora me miente a cada paso y me dice que aún queda mucho para regresar a casa. A Primera.
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A ver si es verdad eso de "a primera", que yo no lo las tengo todas conmigo.
ResponderEliminarEl Zaragoza está en puestos de ascenso gracias a un magistral López Vallejo, pues sino llega a ser por él estaríamos hablando de, como mucho, un empate el pasado sábado.
La línea que separa la euforia del fracaso es delgada, pero no tanto como para no verla.
Que todavía quedan casi 100 puntos por jugar, y eso es mucho.