Es verdad. Aquel día en Valencia, cuando vi cómo el delantero del Levante le robaba la cartera a Paco Pavón y lograba un gol que a la postre supondría la derrota dije en voz alta que ese defensa era muy malo. "Ese". Pavón, el defensa que provenía del Real Madrid y que ya habái dado muestras de flaquza en algún partido en el que le había podido ver era ahora el objeto de mi ira y lo mantuve con una cruz roja en mi cuadernillo de fbias particular. Paco Pavón, el defensa enclenque: así le llamaba ante mis iguales.
Pasó el tiempo y la temporada pasada jugó defendiendo nuestros colores y tuve ocasión de escucharle en un par de entrevistas radiofónicas y en alguna rueda de prensa. Y me ganó. Como persona y como jugador, como profesional. Cumplió con creces en los partidos del último tramo de la temporada y consiguió, junto a Ayala, que la defensa, la eterna vilipendiada, la línea más criticada, golpeada y vituperada del equipo, conformase un tenso músculo que sostuvo al equipo en momentos difíciles y contribuyó, como todos, al ascenso.
Paco Pavón se merece jugar hoy. Y se lo merece porque nunca ha dicho una palabra más alta que otra, ha trabajado incluso cuando el cierzo le removía el alma y se ha mantenido unido al grupo aun cuando alguien le insinuó que en la próxima paella de grupo no habría arroz para él. Y hoy saldrá, jugará, lo dará todo y demostrará que en esto del fútbol también tienen su lugar los caballeros, los deportistas honrados y los atletas de pulmón azul. Yo, desde luego, lo considero uno de los nuestros.
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