
Ha sido un partido sucio, manchado por la urgencia y oxidado por la categoría del rival, diseñado por una mente marrón y obtusa que ha venido a buscar los restos de una batalla que ha propuesto y en la que se ha visto derrotado con armas parecidas y con, eso sí, unas gotas de talento e inteligencia que son las que han marcado la diferencia.
El Zaragoza ha recogido el guante y se ha dicho a sí mismo y le ha dicho al adversario: "Muy bien, puesto que deseas que este encuentro sea un intercambio de golpes, golpeémonos, pero debes saber que nosotros, además, jugaremos al fútbol". Y ha sido. El equipo aragonés ha aprendido la lección, o la está aprendiendo, y se ha calzado el yelmo, pesado y curtido en mil batallas, y le ha dicho al mundo: "Nuestra sangre, nuestro sudor y también nuestra fe serán nuestros argumentos. Y nuestra sabiduría, pues sabios somos mas no débiles".

Hemos ganado y van 7 puntos de 9 posibles. Es una de las mejores noticias que hemos recibido en estos meses borrascosos y vendidos a los vendavales innombrables, y no es la hora de hablar de belleza, sino de victorias, así que hagamos bueno el trabajo hasta ahora cumplido y preparémonos para esa visita a Pamplona que, desgraciadamente, se ha convertido en un viaje hacia la miseria, el odio construído por la ignorancia y la barbarie y la violencia contenida de esos grupos que disfrutan mancillando nuestros símbolos y nuestra Historia. Pero mostremos nuestra mejor arma: la templanza, el sacrificio y el gusto por la belleza. Seremos campeones en el Reino de Navarra.
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