miércoles, 18 de julio de 2007

Ayala, la mala reputación

(por Juan Antonio Pérez-Bello)

Una tarde de sábado puede ser un buen momento para compartir con tus amigos la noticia deportiva del verano. En realidad, no debería ser así, pues cada día se producen decenas de fichajes y cada noche las emisoras de radio completan el insomne acomodo de miles de ciudadanos (ejem: aprovecho este momento para aclarar que a partir de aquí utilizaré el masculino de forma genérica sin que eso signifique nada, sino por decisión literaria acorde con lo que creo.

Sépase, por más aclaración, que plancho mis jubones, condimento mis guisos, acompaño en su educación a mi descendencia y vivo mis trabajos y mis días acompañado de mujeres, así que eludo la sospecha). Decía, pues, que no debería ser así, pero inicio aquí mi camino de reflexión para escribir que me alegra mucho el fichaje de Ayala y me gusta que me alegre, porque eso hace más lindo a nuestro equipo y pone en el mapa nuestro nombre y nuestro espíritu.



Ayala es un buen jugador, competitivo, ambicioso, argentino y abundante. Acobarda el miedo, sujeta con bravura los vacíos que el ruido construye y completa los caminos que transitan las estrellas todas, las de plástico y las doradas, las que abundan en la mentira y las que escasean en la verdad. Y eso, por definición, lo convierte en digno miembro de los ejércitos formados por soldados esquinados y necesarios.

Ayala (ahí estuvo) ha construido una estela de gloria en el Valencia y por razones que ni la razón entiende abandonó la chalupa levantina en busca de otro horizonte en el que brilla desde hace algunos veranos un cielo amarillo y cerámico, acordonado por la sonrisa espesa de quien maneja dinero y sudor. Allá dirigió sus pasos, pero algún avisado grumete le contó que en esas aguas había poca calma, o demasiada espuma, y no dudó en desandar lo andado para cobijarse en un reino alejado de la soberbia pero dado al afecto y la placidez que otorga la nobleza. Y aquí llegó, orgulloso de su orgullo, para decir alto y claro que su decisión la define su carrera y su familia.

A mí me parece perfecto, ni bien ni mal; ni es el primero (Di Stefano, el magnificado Presdiente de Honor del Club Más Apoyado, Bendecido, Enaltecido, Justificado y Adulado del Siglo XX, inició este juego allá por los años cincuenta) ni será el último (y si no, al tiempo), pero sí produce cierta indignación, aunque no demasiada, que uno ya está muy viajado para indignarse por ciertas cuestiones, que los medios de comunicación nacionales hayan puesto el acento en la supuesta traición cometida por el futbolista del Real Zaragoza antes que en la relevancia que tiene para nuestro club su fichaje. Ayala, por cierto, jugador que fue pretendido en su momento por, entre otros, el C.M.A.B.E.J.A. Parece como si la noticia fuese, en efecto, procurar que Ayala se convierta en el paradigma de la ausencia de moral. Otra muesca en el revólver de la desinformación. ¡Salud Zaragocista!

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