sábado, 31 de enero de 2009

La cantera, esa inquieta compañera

Cometí la "imprudencia" de pedirles a mis amigos de la Peña Zaragocista "Juan Señor", de Alcorisa, que me propusieran un tema sobre el que escribir. Ellos, ladinos y perillanes, me lanzaron ese magro desafío aragonés que todos acoplamos un par de veces al día:
- ¿A que no hay... de escribir sobre la cantera?
Y, claro, hay, ya lo creo que hay. Porque uno también es de la tierra y no tuvo reparos en no cortarse y, súbito, "tirarles a la cara" una más que contundente respuesta:
- ¿Que no hay...? ¡Mec...! ¡Ahora mismo, cuando llegue a casa, lo escribo!
Y aquí está. El artículo fue publicado en Diario EQUIPO el 16 de Enero de 2009.

Conocí a José Luis Violeta hace un año, la tarde del 21 de Enero de 2008, en Alcorisa. Esa noche la luna nos engañó mostrándonos su cara más amable, pero no nos dijo que tras la alegría del encuentro, agazapadas, un ejército de lágrimas nos esperaban en forma de desconcierto. Mientras compartíamos aromas y voces, perfumado todo ello con buen vino y mejores propósitos en la sede de la Peña Zaragocista “Juan Señor”, de Alcorisa, el Real Zaragoza vivía una jornada más de desvaríos inacabados y soledades acompañadas. Garitano presentaba la dimisión y provocaba una convulsión en el atónito zaragocismo de la que aún no nos hemos recuperado. Pero hablábamos de Violeta.

Tuve ocasión de hablar con él y hacerle una entrevista para la revista BALCEI. El titular que extraje de sus palabras fue: “Quedándome en el Real Zaragoza hice feliz a mucha gente” y ese espíritu, ese calor en su mensaje, definen muy bien al que la Historia recordará como una leyenda y nuestro corazón acompañará como al mejor de los guardianes de nuestro escudo.

Esa frase, dicha por un icono del zaragocismo, debería grabarse en piedra de Calatorao en la entrada principal de la Romareda y escribirse con hilo azul en el cuello de las camisetas de los jugadores para que cada gota de sudor exigido por nuestro aliento perfume el futuro de todos. Esa frase, dicha por el bien llamado León de Torrero, apunta a la generosidad, al compromiso, a la entrega. Esa frase, dicha por quien renunció al firmamento dorado, al universo inabarcable del Madrid de Bernabéu, obliga a cuantos juegan en nuestro equipo y define una forma de entender la vida.

Un año después de aquella velada aún vivimos momentos agridulces. A un recorrido desacompasado aunque ascendente de nuestro equipo en la Liga le acompaña un debate que no por antiguo pierde vigor. Hablamos de “la cantera”. La cantera es esa amante despechada que vuelve a casa cuando llegan los malos tiempos, y veo que estos días es motivo de reflexión, contrastes y discusiones infinitas. Si el intercambio de golpes alumbra, además, algún nombre y varios apellidos, entonces ya tenemos el paisaje completo.

En nuestro universo, el de la afición, tienen mucho valor los afectos. Es nuestro alimento, nuestro elixir, y no entendemos que sea más importante el beneficio personal que el del club. Nos gusta que surjan nombres propios, de casa, y nos brillan los ojos cuando uno de los nuestros corta un ataque contrario o lanza un pase rectilíneo que rompe la retaguardia adversaria. Pero más nos gusta que esos príncipes del valle se la jueguen por nosotros, opten por luchar por lo nuestro y no atiendan ningún guiño ajeno por muy seductor que parezca. Pensamos que hay cosas más importantes en la vida que el oro y entendemos que merece la pena encontrar un lugar en el mundo.

La cantera. No es nuestro Real Zaragoza el mejor modelo posible, pero reconozcamos que hay jugadores que han nacido y crecido en la Ciudad Deportiva que recibiríamos gustosos y a quienes, eso sí, debemos cuidar y apoyar con mucha más intensidad. Y permítaseme que escriba, lejos de la cercanía del conocimiento, eso sí, y desde mi modesta posición de observador impregnado de zaragocismo, que hay ciertos detalles que apuntan cambios de orientación en la gestión de este tema. En otras palabras: estoy convencido que, más allá de debuts afortunados y alineaciones significativas (Chus, Generelo, Goni y Zapater jugaron el último partido), hay signos que nos dicen que, en efecto, hay una propuesta firme a favor de los jugadores de casa. El caso Goni apunta como el vértice de un iceberg que podría emerger a medio plazo, añadido a los convenios con clubs de todo Aragón y la creación de las Escuelas de Tecnificación. Si esto se confirma, podremos mirar con orgullo a la cara de Violeta y tantos otros canteranos que abrazaron la fe zaragocista hasta el final y acomodar nuestra esperanza hacia ese nuevo destino que es el buen trato a las secciones inferiores, pues advierto que podría ser una manera de acortar los senderos que nos devuelvan a casa. A Primera.
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