martes, 29 de enero de 2008

Santos: el segundo suspiro que se nos va


No hay agua en el mar ni viento en el cielo capaz de bendecir la altura humana de quien ayer nos ha dejado. Eleuterio Santos ha decidido no esperar más a reunirse con Carlos Lapetra en el césped Magnífico que el Creador ha preparado para ellos con el mimo de la Eternidad y por el que podrán volver a combinar balones imposibles y jugadas no creíbles para cualquier mortal.

Santos es la segunda estrella del firmamento zaragocista de los Magníficos que se nos apaga y para quienes tuvimos ocasión de admirar su juego hoy es un día sin luz ni horizonte. Quien durante los años 60 decidió recorrer con la gallardía del canario indómito la banda derecha de la Romareda se merece un homenaje púrpura y esbelto, como su cuerpo, como su mirada gruesa y en relieve, y eso deberá ser así por parte del Real Zaragoza, que lo hará el próximo domingo, y por todo Aragón, pues si Santos resplandeció en aquel grupo esdrújulo como jugador, también lo hace ahora como persona y como aragonés, que no de otra forma se le puede llamar a quien ruega que sus cenizas vuelen desde la lejana Tenerife hasta las orillas del Ebro, donde serán depositadas por expreso deseo suyo.

Los tres que nos quedan, Canario, Villa y Marcelino, nos ofrecen sus palabras amables y llenas de afecto hacia el amigo yermo, pues para los tres era como un hermano, sobre todo para el primero, con quien siempre que venía a Zaragoza coincidía y con el que esperaba disfrutar de la Expo de Zaragoza. sin embargo, las frases se han quedado mudas, hundidas en la arena de la pena por la muerte de quien se quiere y a quien nunca más volveremos a ver. Bueno, ellos sí, porque la Romareda, a la que le quedan pocos años de vida también, será reconstruida en el Cielo, para que el zaragocismo pueda seguir acudiendo al templo en el que este canario espigado y nunca ausente construyó las sonrisas más anchas con su fútbol y su presencia.

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