(por Juan Antonio Pérez-Bello)
Llega el domingo. Quizás algún amable lector haya echado de menos mi comentario sobre el partido Aris de Salónica - Real Zaragoza. Quizás piense eso porque aún conservo afectos y amigos y ellos me leen y me dicen. Quizás, decía, ese visitante anónimo extrañe la palabra dibujando el paisaje de una noche lluviosa y prendida en fuego, que no otra cosa fue lo que vivimos/padecimos el pasado jueves. Pero si todo eso es así, ruego se me permita respirar hondo, entornar la frustrada mirada y cerrar el libro de la decepción, que en mi biblioteca pocas veces lo abro pero que, sí, claro, también compré en su día.
Llega el domingo y con él la mandíbula tersa, los puños cerrados y el pecho acerado, dispuesto a la victoria, no por necesaria menos codiciada, y las plegarias recitadas con rabiosa disposición. Hoy es domingo, pero mañana no puede ser viernes. Hay que abrir los ojos a la redención y darle cien patadas al desánimo, la tristeza y la pusilánime esperanza que a veces nos acompaña. Ya no es tiempo de construcciones soñadas ni futuros que aún no son. Es el tiempo de plantar la bandera en las filas enemigas. Hoy no hay amigos, sino adversarios a los que vencer. Hoy, Osasuna no es salud: es nuestro mañana si queremos ser grandes.
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