Hace falta un grito sin cuartel
El Real Zaragoza cayó derrotado (0 – 2) ante el FC Barcelona en partido correspondiente a la 8ª jornada del Campeonato Nacional de Liga de 1ª División.
Cuesta abrir el ordenador. Cuesta pulsar el botón “on” y esperar que se ponga en funcionamiento la máquina. Cuesta buscar el procesaador de textos y pedirle que te ofrezca la antipática pantalla blanca sobre la que ubicar tus pobres palabras y tus inquietadas frases. Cuesta buscar un título a la crónica que ofreces al mundo desde hace tres años y algunos meses. Cuesta arriba. O cuesta abajo.
El partido de ayer fue como una mala broma. Fue una mascarada que duele aún más cuando tratas de hacer un análisis que se aproxime a lo que debe ser la crónica de un encuentro de fútbol. Una mala broma que tiene muy poco de broma, pues la trágica situación que vive el Real Zaragoza se presta a pocos chistes. Bueno, no: hay un momento a la semana que el zaragocismo debe darse a la carcajada y al desparrame, pues nuestra salud lo agradece, que es el lunes por la noche, cuando el ingenio de Bernal y Asín nos proporciona en “Y en el fondo norte de Crackovia” la carcajada catártica tan necesaria para sobrevivir.
Una mala broma que fue protagonizada por unos jugadores, los nuestros, esforzados, tensos y sobreactuados, dispuestos a que aquello no se hundiera, corriendo desaforadamente tras el talento y la clase de otros jugadores, los barcelonistas, que andando jugaban con los blanquillos como cuando el papá hábil con el pelotón juguetea con varios niños de cinco años mientras muestra al mejor de sus sonrisas, divertido y suficiente.
La línea de cinco defensas más Ponzio y Gabi haciendo kilómetros de izquierda a derecha más el agotador trabajo de presión inicial ejercida por Lafita, Braulio y Ander consiguió contener inicialmente al Barça, que, aun así, y fsin mucho esfuerzo conseguía una posesión de más del 80 %, un porcentaje demencial, inequívoco y revelador de lo que fue el partido.
No hubo muchas ocasiones blaugranas, aunque su dominio era insultante, e incluso el Real Zaragoza contó con un par de ocasiones mínimamente interesantes, pero bastó una brillante jugada entre Villa y Messi para rasgar el esparadrapo de segunda mano con que Gay había reparado este juguete destrozado que se llama Real Zaragoza. 0 – 1, minuto 42 y a la ducha.
¿Había partido? Hombre, sí, había partido, siempre lo hay con un 0 – 1 en el marcador, pero a los pocos minutos de la reanudación un duende enloquecido se cruzó por la frente de Ponzio, que propinó un innecesario golpe al histriónico y siempre tramposo Alves que le supuso la tarjeta roja al argentino. Estúpida acción, necia decisión la de responder a las provocaciones el brasileño que supuso perder una de los pocos tirachinas que teníamos para combatir a las divisiones atómicas culés. A partir de ahí el partido fue triste. Muy triste era ver a nuestros chicos muriendo en cada acción mientras los discípulos de Guardiola enlazaban quinientos pases seguidos y, en el momento que lo decidieron, apuntillar y cerrar un partido por el que nunca temieron.
Gay no acertó con los cambios. Por ejemplo, quitó a Contini en lugar de Lanzaro, que ya tenía una amarilla. Por ejemplo, volvió a tirar de ese ángel colombiano que no sabe jugar al fútbol y que se llama Marco Pérez. Por ejemplo…¡Bueno! ¡Qué más da! ¡Qué más da, si el Real ZAragoza me recordaba a los espectros de la película “La momia”! ¡Qué más da, si el Real Zaragoza tiene un corazón sin latido que apenas absorbe tres gotas de sangre gris! ¡Qué más da, si levanto la vista y no veo más que enterradores de levita negra y lazada plateada envolviendo enjutos cuerpos dispuestos para el funeral!
El partido acabó con el segundo latigazo de Messi, que recogió un pueril rechace de Jarosik y batió a un Doblas que hizo ayer, como siempre, un trabajo digno de aplauso y reconocimiento. Ese segundo gol sirvió para apagar la última vela de este velatorio de pobres en que se ha convertido el momento que vive el Real Zaragoza. No hay salida. No way out.
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