A las ocho de la mañana he recibido un mensaje: “Según Heraldo vendido”. Era mi presidente, que me enviaba la noticia que acababa de publicar el decano de la prensa aragonesa. Mi reacción ha sido de confusión, estupefacción, esperanza, escepticismo. En una palabra, no he sabido qué pensar ni sentir.
Ahora, doce horas después, sigo sin saber de dónde viene el aire. Ni siquiera si viene aire.
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