martes, 20 de octubre de 2009

El mar en tus manos

La luna tiene dos caras, es sabido. Una, la que vemos, la más vulgar, es la que todos conocemos y acompaña cada noche nuestra rutina y, a veces, nuestra ruina. La otra, la que sólo los poetas conocen, es la que sugiere, la que seduce, la que amamos porque jamás hemos disfrutado de su belleza. La luna tiene dos caras, y ambas son la misma luna aunque cada quien ama y acaricia la que mejor le dispone el corazón.

Con nuestro Real Zaragoza ocurre lo mismo. O parecido. Es el mismo equipo, la misma Historia, el mismo anhelo, semejante disgusto, pero cada zaragocista vemos un Real Zaragoza, el que creemos conocer, el que deseamos ver crecer y ser lo que, ¡ay!, tan pocas veces es. Después del partido del domingo en que dos puntos, espero que no vitales, volaron de nuestra venerable Romareda, he podido leer/ver/escuchar que hay dos posibles lecturas. Una, la que más encaja en nuestra forma de ser, en nuestro modo de entender el mundo, en nuestro gesto de pueblo grande al que nos empeñamos en empequeñecer, habla de un equipo menor, que va a sufrir lo indecible, que a poco que vengan mal dadas ha de ver rodar su descarnado cuerpecillo por las laderas del monte Taigeto y al que le espera una desesperanzada travesía por el desierto cuyo final no ha de ser otro que el llanto agrio y sorprendido del perdedor eterno.

Pero hay otra a la que me arrimo, con la que quiero acceder a las praderas de la esperanza, que está seguro de un equipo que va a crecer cada día que pase, que de las heridas indóciles va a a extraer todo el jugo de la sabiduría para no repetir errores y comprenderá que no hay derrota pasada sin victoria futura. Este equipo que ha mostrado talento, garra y capacidad para la empresa común es en el que creo y el que sé que no va a negarme la alegría del trabajo bien hecho. Porque confío en Marcelino y en sus muchachos, que, no se olvide, son los nuestros. Y porque sé que no somos un equipo menor, sino el equipo que yo amo. Y, señores, sépase que todo lo que yo quiero en este mundo es grande. Muy grande.
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