jueves, 10 de abril de 2008

Seré otra vez valiente

Esto de escribir en un blog tiene su punto. Para empezar, uno descubre que es rehén de sus propias palabras, algo aparentemente canalla que podría tomarse como una condena, pero por otra parte también puede descubrirse que hay como una delgada línea, invisible e intangible, que marca el camino personal, en esta ocasión a travás de algo tan importante y tan propio como un club de fútbol.

Vivimos una semana llena de cristales rotos, de cruces ardiendo ante la puerta de la cabaña, de amenazas de garrote vil, siempre tan castizo, siempre tan cañí. Vivimos unos días en los que las emociones han desbordado el pálpito de toda una comunidad que no se habla de otra cosa, que no sueña con otra cosa y que sufre los más violentos vavivenes que imaginar pudiera. Es un sufrimiento y en medio de semejante atmósfera, negra y convulsa, nuestro principal afán es buscar la luz, abrir la boca en busca de esa brizna de aire que nos conforte, que nos haga sentir vivos, que nos permita ser parte del mundo.

He tenido ocasión de escucharlo todo, de leerlo todo, de verlo casi todo y tengo la sensación de que, por primera vez, se está haciendo un análisis compartido y generoso por parte de todos. Por primera vez en la temporada he oído voces en primera persona y apreciado gestos en medio de la tormenta que denotan que el zaragocismo se ha quitado el velo y no quiere que la Historia lo juzgue como a ese padre que rechaza la indeseada realidad de un hijo díscolo. Se está empezando a poner algún punto sobre más de una "i" y eso, sin duda, es algo que va a ayudar a salvar al Real Zaragoza.

No es momento, todavía, de poner sobre la mesa todas las cartas, ya ensuciadas por el hollín de los despropósitos y, también, del infortunio, que de todo ha habido, pero el zaragocismo ha expresado de distintas maneras su angustia, su inquietud y su voluntad, y por eso las decisiones que se están tomando, dentro del club y en su entorno, del que este blog también forma parte, merecen respeto, respaldo y una pizca de fe.

Que los jugadores necesitan una bocanada de oxígeno mental es algo en lo que todos coincidimos. Por eso, el trabajo de Villanova y la intervención de Luis Cantarero, psicólogo del club, van a ser claves para lograr el objetivo final. Y el esfuerzo de los jugadores, que han sido señalados por todos como los únicos actores de esta tragicomedia. Los demás, para bien y para mal, no somos sino simples espectadores que pagamos nuestra entrada sentimental y aplaudimos con todo nuestro orgullo malherido. Ojalá el telón no se caiga debido al peso de la tristeza en el peor de los momentos. El Aire azul, que conste, cree en la Virgen del Pilar.

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