La esperanza ya está aquí
El Real Zaragoza derrotó al Celta (3 - 0) en partido correspondente a la 37ª jornada del Campeonato Nacional de liga de 2ª División. Los goles los consiguieron Eerthon, Jorgelópez y Vicente.
Dicen los más viejos del lugar, y por tanto los más sabios, que al fútbol se juega con una pelota y que el que la tiene, gana. Sencillo y grandioso. Ayer el Real Zaragoza tuvo la pelota y la manejó a su antojo, como quiso, donde deseó y como soñó y en dos caricias letales le puso nombre a la batalla con sendos goles que llevaban el aroma de Ander, el color de Ewer, el terciopelo de Jorgelópez, la melodía de Arizmendi y la sinfonía de Tonidoblas, Zapa, Pulido, Fabián, el Jabalí, Gabi y Leoponzio. Y sonreímos.
El partido de ayer lo guardaré en mi videoteca enfundado en un paño de placidos pespuntes, pues no hay quien me arrebate la convicción de pensar que el equipo de mi alma está definitavemente armado y presto al combate final y que los rescoldos de este interminable infierno cada vez queman menos.
La primera parte vimos a un Real Zaragoza sólido, convencido, muy bien organizado y perfectamente ensamblado. Además, cada jugador sabe lo que tiene que hacer y, además, lo sabe hacer. Hay conocimiento, esfuerzo, talento y solidaridad y esas herramientas son las necesarias para armar un equio de fútbol. Pero también hay solidez mental, cohesión espiritual y un corazón metálico que late como lo hace el rugido del león que nos identifica y con todo ello era lógico que en veinte minutos la pugna estuviese decidida.
Después vino el momento valle, el espacio desértico que nos visita en cada partido y que nos insinuó unatisbo de temor por si llegaba ese gol contrario que nos llevase, una semana más, a la agonía el final de los partidos. Sin embargo en esta ocasión contamos con algo que, por fin, ya se está convirtiendo en seña de identidad de nuestro Real Zaragoza: una solidez defensiva y una solvencia dignas de un equipo campeón, victorioso, con una fe en sí mismo propia de los grupos que persiguen un "goal", un objetivo y lo logran. A dentelladas, a golpes, con tiralíneas, con sedosa e implacable voluntad de ser, con todos esos ingredientes llegamos al tramo final para ver cómo se le abria el cielo a ese chaval de sangre turolense que ha librado mil batallas con el infortunio y las lesiones pero que ayer conoció, por fin, la cara más bella del Fútbol: el gol, un gol en la Romareda.
Vctoria, pechos henchidos y corazas brillantes, prestas para afrontar el partido de Alicante, que se ofrece arisco, bronco y duro. Sin embargo, diré que ahora ya nada me da miedo.
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