Con el fuego de tu espalda
La
La furia dibujada en la mirada de Ayala es el gesto que aguardaré grabado en mi retina aún de niño embelesado por la fiereza con que rasgó la cortina mediterránea el cabezazo del campeón de Paraná. La furia y la certeza de que esto no ha hecho sino empezar. Sí, querido lector. Después de haber recorrido con nuesros hebraicos pies centenares de leguas cubiertas por el negro polvo del destierro al que nos confinó el destino el año pasado, aún no es momento de vislumbrar siquiera un hilo de luz verde como la esperanza. Y eso que ayer pudimos celebrar el triunfo de la fuerza que nace del corazón a punto de estallar.
El Real Zaragoza derrotó por 1 - 0 al Gimnástic de Tarragona en un partido en el que el inepto colegiado que atiende por Pérez Montero decidió que para concederle validez a un gol hay que meter otros dos, que si no, "no se vale". Y optó por la notoriedad, acercándose peligrosamente ala bismo de la soberbia para juzgar con diferente criterio las acciones de unos y otros. Así y todo, no abundaremos en semejantecircunstancia, pues lo importante para el zaragocismo es que ayer nuestros muchachos jugaron un partido épico, que lo dieron todo en el terreno de juego y se sobrepusieron a las grandísimas dificultades que golpean inmisirecordemente a nuestro equipo desde hace ya demasiado tiempo.
El partido comenzó con un descarado intercambio de golpes, lo que nos hizo pensar que íbamos a vivir un encuentro en el que los puños y el hígado iban a ser los protagonistas. Tras las primeras escaramuzas, el choque se calmó y en torno a la mitad de la primera arte el Nástic obligó a los aficionados a bloquear sus corazones si no querían correr el riesgo de verlos agrietarse al contemplar con pavor cómo Tonidoblas se veía obligado a realizar sendas extraordinarias paradas ante dosclarísimas ocasiones de gol mediterráneas. Sin embargo, los muchachos nunca se rindieron, ni se acomplejaron, ni se asustaron. Al contrario: perseveraron. Y así llegó el primer gol no concedido tras un remate de cabeza de Pavón que un defensor de negro sacó de dentro de la portería. En otro momento, no hace mucho tiempo, el Real Zaragoza se habría arrugado, habrían empezado a temblar los cimientos de la Ronareda y la sombra de la Parca futbolística habría cubierto el césped de la Blanca Dama hasta sepultar todo suspiro de esperanza. Pero ayer no. Ni mañana tampoco, porque está ya demostrado que este equipo ha aprendido a vivir acostado junto a la lucha, junto al tesón, junto a la tenacidad. Ha aprendido a vivir, a respirar y a mostrarle al Destino un pecho amanecido, construído con la voluntad de volar y apagar las fatuas fogatas que, entre otras cosas, nos llevaron hace diez meses al Infierno.
La segunda parte rugió el león zaragocista desde el primer momento, sujetó por las solapas a la insolente Inconstancia, esa mujer bravucona e impertinente que algunas veces se ha presentado en casa sin avisar y no encontraba el momento de irse, y se fue arriba, allí donde se dibujan las tardes memorales, donde nace y nmuere una leyenda, donde se construyen los futuros. Y llegó el gol, el segundo, tras una magnífica jugada por la banda derecha que dio lugar a un extraordinario pase magníficamente rematado por Caffa. Mas tampoco fue concedido. Por segunda vez cantábamos gol y por segunda vez se nos negaba la gloria del triunfo. Desastre arbitral, injusticia enorme la cometida...y vuelta a empezar. Encarnada lucha, rojo deseo, metálica pureza recorriendo cada centímetro del césped hasta que la cabeza de Ayala, el gaucho que no cabalga pues no le hace falta montura, resquebrajó la muralla magníficamente guardada por el portero aragonés Rubén Pérez, que vio, impotente, cómo el balón entraba en su portería por tercera vez...y esta vez sí, esta vez el gol subió al marcador.
El cielo volvió a brillar sobre la Romareda, igual que lo ha hecho tantas veces, igual que lo volverá a hacer hasta que nuestros gobernantes corten la cinta del nuevo coliseo zaragocista dentro de unos años. Pero quiero compartir mi sentimiento, lo que ayer viví cuando celebré la victoria junto a mis amigos de la Peña. Quiero compartir que ayer vi la misma luz que hace 34 años iluminó la gloriosa victoria del Real Zaragoza sobre el Real Madrid por 6 - 1, los mismos colores que abrazaron aquel triunfo y que los dioses me permitieron disfrutar en vivo y en directo, el mismo aroma que hizo exclamar a aquel ciudadano descreído que no dudó en gritar, cuando Simarro metió el sexto: "¡Dios existe! ¡Dios existe!" Y porque así nos lo contó José Luis Melero así lo recojo, como simiente que sirva para hacer crecer el trigo del ascenso, el de la vuelta a casa. A Primera.
.
1 comentario:
Esperemos que siga brillando ese cielo, y que el brillo os siga alumbrando, al menos, hasta el deseado ascenso...
Por cierto, te adunto un blog futbolero que vale mucho, mucho, mucho, la pena:
http://www.futbolnoesfutbol.com/
Publicar un comentario