lunes, 21 de septiembre de 2009

El fútbol es nada sin tu voz


"No hay motivo para la desesperación", escribí ayer creyendo que con mi solo deseo podría detener el vendaval de pesimismo y terror que podría derribar cualquier muro a medio construir. Sin embargo, veo que me he equivocado. Porque eso tiene que ser, que yo estoy equivocado, pues el resto de la Humanidad ha decidido empapelar el alma el zaragocismo con frases de derrota y palabras de tragedia. Si únicamente yo creo que no hay motivo para dejarnos caer en los brazos del pánico es evidente que no estoy en lo cierto y me lo voy a tener que hacer mirar. Y lo hago.

El Real Zaragoza cayó derrotado ayer ante el Real Valladolid y eso ha supuesto un huracán de críticas despiadadas hacia el club y sus dirigentes. Ellos, y no otros, son los destinatarios de las afiladas frases que medios de comunicación y afición lanzan con especial crudeza, no digo yo que injustificadamente, pero sí prematuramente. Creo que queda aún mucho camino que recorrer y no creo que ya se haya llegado a ese punto de no retorno en el que sólo cabe la no esperanza y la lágrima gruesa.

Yo no considero que el análisis de la situación que estamos viviendo haya que llevarlo más allá de las circunstancias futbolísticas, pues no es eficaz. Ayer ya se prosdujeron las primeras discusiones en mi entorno, en las que las voces eran gritos y los argumentos lamentos. Mal está el zaragocismo, pues no confía en los gestores del club y cada vez es más ancha la brecha entre el corazón blanco y azul y quienes tiene que dirigir nuestros destinos y eso puede hacer mucho, muchísimo daño.

Lo que menos necesitamos ahora es una crisis institucional, aunque cada vez la veo más cerca, pues los latidos de este corazón encharcado por el miedo cada vez son menos vigorosos. Por eso, repito lo ya escrito ayer: hace falta trabajar mucho la defensa, espacio por el que morimos, y es preciso lograr que Chevantón, o alguien de similares características, llegue a la Romareda. Estoy en pensar que con un rematador puro muchos de nuestros males desaparecerán. Lo demás, a mí, ahora, no me sirve.
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