sábado, 19 de septiembre de 2009

Hablemos de Carrizo


Es Juan Pablo Carrizo un portero muy bien plantado. Su estampa pampera y elegante contrasta con la más desgarbada y propia de un muchacho de barrio que exhibió en un pasado reciente Tonidoblas. Su pulcro corte de pelo y sus llamativos movimientos cuando llega un balón envenenado le convierten en un arquero distinto y presentable. Con él, desde luego, se puede presumir de futbolista enualquier evento en el que se requiera cierto glaomur para ser invitado.

Sin embargo, confesaré que a mí me crea cierta inquietud su presencia. Lo sigo con atención desde que llegó, pues me llamó la atención que el titular de la (devaluada) selección argentina echara el ancla en la ribera del Ebro y lo primero que sentí fue como un déjà vu, pues me pareció tener ante mí a José Luis Chilavert, aquel estruendoso paraguayo capaz de lo mejor y lo peor que marcó un par de muescas en la culata de la Historia zaragocista con sus actuaciones. Y me lo recordó no sólo por su físico, sino también por cómo se movía.

A Carrizo lo veo como un portero que nos va a deleitar en cada partido con un par de paradas portentosas y otro par de acciones deficientes que nos pueden costar el gol. Y en el partido del Sevilla lo pudimos comprobar, pues si bien detuvo dos balones envenenados en dos clarísimas ocasiones sevillistas, no es menos cierto que le cuesta muchísimo abandonar la línea de cal, como si el larguero le protegiese del posible desplome del cielo, y su actuación en los goles no me convenció en absoluto. Sobre todo en el tercero, cuando vi cómo ese balón al palo corto lo dejaba pasar caballerosamente como si Scarlett O'Hara se hubiera disfrazado de pelota.

En fin, que aquí están mis dudas. Ojalá esté absolutamente equivocado y veamos a Carrizo de titular en Sudáfrica. Eso querrá decir muchas cosas y todas ellas buenas.
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