Me he acercado con gran precaución a esta página blanca que me seduce y me atemoriza al mismo tiempo, que tanta felicidad me ha dado y tanta tristeza me ha proporcionado, pero no acabo de encontrar el sendero que me lleve a la cima del acantilado desde el que otear las velas blancas de los bajeles que regresan del combate. Quizás porque no son blancas, sino negras como la muerte. Una vez más. (leer +)
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