Hay aires de fiesta en las calles de mi pueblo. Mi pueblo, que lo es porque yo lo elegí y porque lo deseé, como se desea a la mujer querida o al cuerpo inalcanzado. Fiesta, gritos de colores cálidos, música suspirada por los cuerpos jóvenes y ávidos que diluyen sus ganas entre litros de sudor esforzado. Fiesta y amistad. Y fútbol.
En apenas dos horas el Real Zaragoza juega un interesante partido frente a la U.D. Las Palmas. Es una lástima que no podamos verlo, pero así es la vida, así es el infierno. La semana ha sido cruel, como lo van a ser todas, pues el Real Zaragoza vive en un tumultuoso universo, en el que hay demasiadas navajas, demasiadas heridas, demasiados odios, demasiado dolor, demasiada tristeza, demasiada desesperanza. Un universo que hemos construído entre todos, entre los buenos y los malos, entre los limpios de corazón y los marcados por la miseria. Entre todos. Y entrwe todos tenemos que transformarlo, pues algo tengo por seguro: si no lo hacemos unidos, no lo haremos.
Un periodista ha escrito hoy que quizás Marcelino ha empezado a oler el aroma de la fortuna con esas lesiones que le van a permitir proponer unos jugadores diferentes en la defensa. Es posible, pues es cierto que la suerte también va a ser necesaria, pero yo más bien apuesto por el trabajo bien hecho y la suma de voluntades. Personalmente, ya se me conoce un poco, confío siempre en la ilusión y el pensamiento positivo y creo que hoy el Real Zaragoza va a vencer, pero tampoco pasará gran cosa si se pierde. simplemente que quedará un poco más lejos la vuelta a casa. A Primera.
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