Alberto Zapater dijo hace algunos días que estaba cansado de perder y que ya tenía ganas de probar el sabor de la victoria. Esta ya ha llegado y con ella la placidez del triunfo. Poco a poco, aunque parezca que no, el zaragocismo se está revistiendo de una capa de fortaleza ganada a pulso, si bien aún queda muchísimo por hacer. Pero me refiero a esa sensación de gozosa esperanza que acompaña cada declaración, cada decisión, cada acción. Los debates se centran en aspectos técnicos, en este o aquel jugador, y en todas las conversaciones se detecta un tono de ilusión contenida que parece anunciar una nueva victoria, esta vez en Alicante, ante un bien forjado Hércules que, eso sí, todavía no ha ganado en casa. Pinta bien.
Por otra parte, aún resuenan los ecos de la ceremonia de entrega del trofeo Magnífico a, entre otros, Victor Muñoz. Y sigo disfrutando con lo que esto ha supuesto para el zaragocismo y la unanimidad que ha suscitado semejante concesión. Es una buena noticia que entre nosotros viva el sentido común y se premie el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad. Víctor, y por extensión el zaragocismo, se lo merece.
Por lo demás, muchos ya estamos con ganas de que llegue el sábado por la tarde y poder confirmar lo que tanto deseamos: un nuevo triunfo del Real Zaragoza y un nuevo peldaño conquistado, un nuevo escalón de esta infinita escalera que nos llevará de vuelta a casa. A Primera.
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