miércoles, 1 de octubre de 2008

Víctor Muñoz, el vigor de la pausa


Escribo hoy con la alegría que me produce la alegría ajena. Ayer el Diario Equipo premió a Victor Muñoz con la concesión del Trofeo Magnífico en el marco de la Gala Anual que el periódico deportivo aragonés celebró anoche. Me alegro y me complace, pues es un reconocimiento merecido el que recibe uno de los mejores deportistas aragoneses de los últimos tiempos. Y se lo merece porque, además, ha demostrado siempre un sereno amor por el Real Zaragoza. No lo ha hecho con el torrente mediático que acompaña a otras personalidades públicas, pero siempre ha estado a nuestro lado, junto a nosotros, cuando ha hecho falta. Y habría vuelto a estar sin condiciones esta temporada si se lo hubiéramos pedido, como asñí hizo ver a principios de verano, mostrando su disposición a entrenar al Real Zaragoza en Segunda. Sólo nuestro Real Zaragoza habría merecido su atención en la división infernal, pero habría sido, de nuevo, un recorrido pausado, serio y responsable, como es él.

Sus pulmones, metálicos y azules como el cielo zaragocista, han alentado varias secuencias que forman ya parte de nuestra memoria. La Copa de Montjuic, la Supercopa de Valencia y la Copa nunca lograda pero conquistada a fuerza de clase y vigor en aquellos sucesivos enfrentamientos contra el Atlético de Madrid, Barcelona y el Real “Cacharrería Mediática” Madrid, son conquistas que conforman nuestros altares. Y él parece que no estaba, que su trabajo no era importante, que su esfuerzo por conseguir sus objetivos no importaba. Pero sí, Víctor es un eslabón indispensable en nuestro camino, un jugador que nació y murió como tal en “su” Real Zaragoza y un técnico que ha sido grande con nosotros y que por siempre completará nuestro presente y nuestro futuro, ese que nos ha de devolver a casa. A Primera.
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