jueves, 16 de octubre de 2008

Real Zaragoza, 4 - Deportivo Alavés, 2 (crónica del partido)


Todo me sabe a ti

Elegir el pecho que ha de respirar el aire que te da la vida no es tarea propia de espíritus enclenques. Lo es, en todo caso, de quienes como yo crecieron acompañados por el aroma de las piernas enlazadas de Nino Arrúa y la metálica figura de García Castany, aquel enjuto caballero catalán que dibujaba los pases con la sabiduría del ignorado y que lanzaba los penalties con el vigor de la clase natural que lo acompañó desde el día que vio la luz. Y digo todo esto porque esta temporada estoy volviendo a revivir las sensaciones de mi niñez, cuando las tardes de domingo los soniquetes de los locutores de radio (así se les conocía entonces) llenaban las paredes de mi casa y acompañaban los atardeceres invernales si el Real Zaragoza jugaba fuera de casa. Y así sucedió el pasado sábado, cuando me vi sentado en mi sillón favorito con el transistor en la mano izquierda acoplado a la sien vibrando con la narración de los juglares de las ondas y levantándome cuatro veces para saborear el deleite del triunfo.

Quienes pudieron verlo cuentan que el Real Zaragoza venció al Deportivo Alavés por 4 - 2 en partido correspondiente a la 7ª jornada del Campeonato de Liga de 2ª División. Los goles fueron marcados por Oliveira (2), Jorge López y Caffa, en magistral lanzamiento de falta. El partido cumplió con los deseos del zaragocismo y se logró una importante victoria a pesar, dicen, de mantener un ritmo de juego irregular y achacoso, si bien acomodado a ciertos destellos de clase y varios chispazos de talento del que carecen el resto de los equipos. El partido se resolvió por la calidad de los jugadores de ataque del Real Zaragoza y no es muy aventurado decir que hay tanto ingenio y tanto saber bajo la camiseta blanquilla que a no ser que secuestremos a Europa y se la arranquemos en sus mismas barbas a Zeus, este estará de nuestra parte hasta el final de la Liga.

Unir la fantasía de Oliveira con la intensidad de Brauilo fue una de las claves del partido, y así se tradujo a los veintitantos minutos, cuando un espigado 2-0 pintaba la sonrisa a la paupérrima Romareda, en otros tiempos acogedora y madre muy amada y últimamente desolada en su soledad por la escasa presencia de aficionados. Intensidad, lozanía y espaldas fornidas. Esas eran las armas de nuestros jugadores, que elevaban los estandartes del deseo desmesurado por alcanzar la gloria sin que ningún viento azotase la cara del héroe.

Ignorando que hay enemigo no se logra vencer a Héctor. Así lo debió pensar Aquiles cuando contempló horrotizado el cuerpo sin vida de su amigo Patroclo y así lo vivió la muerte, perfilando la silueta del adversario y fijando el punto en el que clavaría su espada. Así derrotan los semidioses al contrario. Pero el Real Zaragoza aún no ha aprendido que la gloria llmará a nuestra puerta envuelta en una sábana bañada en nuestro sudor y que las gotas de nuestra sangre serán la señal del triunfo. Por eso aún optamos por comer la sopa boba, a la que nos creemos con derecho, y olvidamos que la Historia la hacen los fuertes, no los altivos. Y eso lo supo el Deportivo Alavés, que llegó dos veces y logró dos goles. Nuestra indolencia, a veces, nos derrota.

Pudimos caer de nuevo en las ciénagas putrefactas del desánimo. Pudimos estropear el mejor atardecer en mucho tiempo. Pudimos arrojar por el terraplén de la ambición el sueño de la víspera de nuestro día más grande. Pero una nube de deseos se hizo con el gobierno de la nave que durante unos minutos perdió el norte y recuperamos el sentido cuando el mago venido del Norte cumplió y metió el tercer gol de la tarde. Jorge es la magia que perdió Pablo, pero esa es otra historia.

Oimos de nuevo los sonidos del silencio e incluso asomó a la grada el reproche tantas veces evitado para no molestar a los guerreros. El mismo Marcelino tuvo pánico ante la irritada respuesta de un sector del público y rogó, ¿pidió?, sugirió, ¿exigió? comprensión, apoyo (¿más?) y ánimo para los muchachos. La Romareda calló y Caffa rompió los nidos de golondrinas que se sostenían en la encrucijada de caminos que forman los palos de la portería. Fin. Así se escribe la historia de los grandes, dicen, y este Real Zaragoza de Segunda División lo es en esta categoría. Muy grande. Y los demás muy disminuídos. Uno sabe que los recodos de los senderos se van suavizando, pero también conoce la cara oculta de la luna, que es justamente en la que ahora dormimos. Por eso eleva la plegaria al Cielo y pide una sonrisa en la Andalucía verde y blanca, la que nos tiene que proporcionar la primera victoria fuera de casa después de un año. Tengo para mí que será una forma de desbrozar el camino de regreso a casa. A Primera.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo, parece que la cosa empieza a tomar cuerpo. Aún nos quedan demasiadas tardes de transistor, y algún que otro tropezón en esos "patatales" de segunda. No todos serán tan ingenuos como los jóvenes sevillistas. De todos modos, que envidia de cantera y que ejemplo para tomar como referencia.

Ángel