Una brutal tormenta sacude la sentina de la nave zaragocista. Una tormenta gigantesca que produce ruidos en el casco de este Titanic orgulloso y digno de tanta pasión que no me cabe otra que pensar que qué importante es nuestro Real Zaragoza. Un huracán de voces encontradas y argumentos enfrentados que vienen a decir que pocas cosas son capaces de concitar tantas palabras completas, tantas frases engrandecidas, tantos párrafos angostos.
El final del período de fichajes ha provocado el estallido del sentir zaragocista, que tiene lugar, para hacerlo aún más grande, en medio de un período en el que no hay competición, con lo que aún es más importante el eco. Si todo esto sucediese con un partido oficial a la vista no digo que el ruido fuese menor, pero sí la repercusión de lo que se dice.
El final del período de fichajes ha provocado el estallido del sentir zaragocista, que tiene lugar, para hacerlo aún más grande, en medio de un período en el que no hay competición, con lo que aún es más importante el eco. Si todo esto sucediese con un partido oficial a la vista no digo que el ruido fuese menor, pero sí la repercusión de lo que se dice.
Alfonso Hernández, por ejemplo, escribió un demoledor artículo el martes en El Periódico de Aragón en el que de un modo ingenioso, en un ejercicio en el que utilizó veintinueve adjetivos concatenados, resumía el sentir de una parte de la afición y la opinión de la misma sobre la Directiva del Real Zaragoza. No era el único y en esa línea hemos leído y escuchado mil y un argumentos estos días, y con muchos de ellos estoy de acuerdo. Ahora bien, esto no ha hecho más que empezar. Y mañana me explicaré.
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