La búsqueda del futuro
.El Real Zaragoza derrotó por 3 - 0 al Getafe en partido correspondiente a la 5ª Jornada del Campeonato Nacional de Liga. Los goles los consiguieron Pavón y Aguilar (2).
Y el sol brilló. Haber sido capaces de recorrer tantos caminos polvorientos para sentir lo que nos hizo sentir nuestro Real Zaragoza ayer domingo ha merecido la pena. Y no porque hayamos llegado al final de nada, sino porque esto puede ser el principio de mucho. El Real Zaragoza logró una victoria porque trabajó más que el rival, mejor que el rival, con más fe que el rival. Y eso siempre es resultado de una preparación, de un plan trazado y cumplido, que es lo mejor que le puede ocurrir a un grupo deportivo.
Desde el comienzo nuestra piel comenzó a sentir un calor diferente. Los jugadores blanquillos mostraron un estilo de juego sólido y coherente, con una hoja de ruta clara en la que las decisiones las tomaban comandantes con mucho talento, como Jorgelópez, con toda la energía, como Ponzio, con absoluta entrega, como Abel Aguilar. Los tres jugadores completaron un soberbio partido, pleno de calidad y cantidad, acertados en cada acción y dispuestos al derroche que sólo las almas generosas y construidas por el Cielo son capaces de aportar, y ahi empezó a ser equipo le equipo.
Después se vio que el fútbol se sustenta en multitud de gestos, como una jugada de estrategia magustralemente ejecutada porque se ha entrenado, se ha estudiado y se ha madurado. Y así llegó el primer gol, cuando Jorgelópez sacó un córner y Pavón remató con una limpieza y un descaro propio de Ayala, del que parece estar aprendiendo mucho. Alegría zaragocista y algún gesto de estupefacción para quien no vio el partido de Gijón y se hubiera quedado con la fotografía del partido ante el Valladolid, el último gran soponcio del zaragocismo. Porque es cierto que en El Molinón ya se habían dibujado las primeras y tenes líneas de un recorrido que parece querer llevarnos a otros horizontes. Y llegó el segundo gol, fruto también de la estrategia, esa que se trabaja en los entrnamientos, que no se improvisa sino que se estudia, se reflexiona, se practica, se machaca. Y el aroma del triunfo comenzó a perfumar la Romareda.
Y el sol brilló. Haber sido capaces de recorrer tantos caminos polvorientos para sentir lo que nos hizo sentir nuestro Real Zaragoza ayer domingo ha merecido la pena. Y no porque hayamos llegado al final de nada, sino porque esto puede ser el principio de mucho. El Real Zaragoza logró una victoria porque trabajó más que el rival, mejor que el rival, con más fe que el rival. Y eso siempre es resultado de una preparación, de un plan trazado y cumplido, que es lo mejor que le puede ocurrir a un grupo deportivo.
Desde el comienzo nuestra piel comenzó a sentir un calor diferente. Los jugadores blanquillos mostraron un estilo de juego sólido y coherente, con una hoja de ruta clara en la que las decisiones las tomaban comandantes con mucho talento, como Jorgelópez, con toda la energía, como Ponzio, con absoluta entrega, como Abel Aguilar. Los tres jugadores completaron un soberbio partido, pleno de calidad y cantidad, acertados en cada acción y dispuestos al derroche que sólo las almas generosas y construidas por el Cielo son capaces de aportar, y ahi empezó a ser equipo le equipo.
Después se vio que el fútbol se sustenta en multitud de gestos, como una jugada de estrategia magustralemente ejecutada porque se ha entrenado, se ha estudiado y se ha madurado. Y así llegó el primer gol, cuando Jorgelópez sacó un córner y Pavón remató con una limpieza y un descaro propio de Ayala, del que parece estar aprendiendo mucho. Alegría zaragocista y algún gesto de estupefacción para quien no vio el partido de Gijón y se hubiera quedado con la fotografía del partido ante el Valladolid, el último gran soponcio del zaragocismo. Porque es cierto que en El Molinón ya se habían dibujado las primeras y tenes líneas de un recorrido que parece querer llevarnos a otros horizontes. Y llegó el segundo gol, fruto también de la estrategia, esa que se trabaja en los entrnamientos, que no se improvisa sino que se estudia, se reflexiona, se practica, se machaca. Y el aroma del triunfo comenzó a perfumar la Romareda.
¿Y el Getafe, ese equipo del que se habla como del mejor de los peores, ese equipo de moda que le metió tres al Valencia de Villa y Emery? Pues disminuido por el Real Zaragoza, que decidió seguir trabajando y que supo manejar el tempo del partido como sólo lo hacen los equipos sólidos y vehementes, que eso fue nuestro equipo el domingo. No se perdió la cabeza, no se abandonó el plan trazado y se cumplieron las órdenes de Marcelino al pie de la letra. La defensa, con Paredes y Pulido cosiendo los laterales y Ayala y Pavón cerrando el centro, cumplió con creces su papel, en un ejercicio de sensatez futbolística que ojalá se mantenga a lo largo de los róximos partidos. El centro del campo, con un dibujo imaginativo y leal, construyó un relato atractivo que enagnchó a laparroquia desde laprimera página al último párrafo, en el que los tres, Gabi, fino y estruendoso, Ponzio, grande e interminable, y Aguilar, fértil y joven, nos mostraron la cara oculta de la Luna, esa que sólo contemplan los grandes equipos casi todas las semanas. ¿Y arriba? Pues dos joyas que sí nos merecemos, Jorgelópez, magistral y señor (o Señor), y Arizmendi, el corazón más laureado por los dioses de la fragua. Y Babic, el esforzado croata con figura de balonmanista que ayer recibió los primeros aplusos como premio a su pundonor. Y la felicitación de Marcelino, que lo recibió con una sonora palmada cuando lo sustituyó.
Con todos estos argumentos, el partido llegba a su recta final cuando Ewerthon vislumbró la luz verde que le permitía retornar a la Romareda, que lo recibió con una diamantina ovación, como queriendo hilar esta noche con aquella tarde del 13 de Junio, cuando el cielo zaragozano decidió abrirse a la esperanza y en la que él fue uno de los protagonistas. Y quiso hacerse carne y espíritu con una asitencia propia de una final de baloncesto, una especie de alle hoop en el que él hizo de Ricky Rubio y Aguilar de Pau Gasol. Un gol de preciosa factura que sirvió para pintarnos un sonrisa azul en nuestras caras que aún lucimos veinticuatro horas después. Y que nos dure.
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