Son las 8:30 de la mañana. Hoy viajo a Teruel. El fútbol se ha convertido en los últimos años en un compañero casi inseparable de mis días y hasta de mis noches y esta mañana toca disfrutar de un partido de fútbol cadete en el que veintitantos chavales pelearán con nobleza y bravura por la victoria. Al final del partido habrá sonrisas de complicidad o torcidos gestos de contrariedad, pero lo cierto es que nuestros chicos (hablo del equipo propio, claro está) habrán recorrido otro breve pero importante trecho en ese camino nunca acabado que es su educación y su crecimiento personal.
Hoy viajo a Teruel y deseo que nuestros muchachos ganen. Y lo deseo porque esto del fútbol, del deporte en defintiiva, consiste en escribir los párrafos más rectos si se obtiene la victoria pero también en comprobra cómo las palabras más certeras se emborronan si la derrota se queda a vivir con nosotros. Así son las cosas; así es el deporte. Y el fútbol.
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