Los últimos días he escuchado a Marcelino y confieso que sus palabras me han dejado atónito. No reconocí al entrenador del Real Zaragoza cuando escuché su opinión sobre el partido que debía jugar nuestro equipo poco después ante el Barça, con un mensaje endeble y paupérrimo, dando por hecha una derrota que algunos (quiero creer que muchos) tratábamos de ahuyentar poniendo por delante la confianza en nuestros chicos. Seguí sin reconocerlo cuando vi el acobardado planteamiento que propuso la noche del domingo y decididamente lo desconocí cuando le escuché en rueda de prensa, con aquellas frase despectivas y a la defensiva que regaló a todos los oyentes de las emisoras de radio.
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En fin, que no sé quién es este Marcelino, un hombre errático, vencido, pusilánime y obcecado en mostrarse desagradable con el zaragocismo con sus decisiones de las últimas horas. Desde luego, no tiene nada que ver con aquel Marcelino de quien escribí hace ahora un año en un artículo que tuvo a bien publicar el recién desaparecido Diario EQUIPO. ¡Dios Santo, cómo devora el tiempo a los héroes tras la batalla!
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