En la ribera de los silencios
El Real Zaragoza ha caído derrotado (2 - 1) ante el atlético de Madrid en partido correspondiente a la 6ª Jornada del Campeonato Nacional de Liga de 1ª División. El gol lo ha conseguido Ewerthon.
El partido que nunca debimos perder. Este podría ser un buen titular para esta crónica, que no es sino un lamento esperanzado por lo que podría haber sido y no fue. El Real Zaragoza afrontó el encuentro con las aspiraciones intactas. Veníamos de empatar en Gijón y de derrotar a un Getafe Guaperas y apuesto, como sus dos entrenadores (Míchel y Esnáider) y ello, sumado a la delicada situación que estaba viviendo el Atlético, nos aportaba los argumentos suficientes para confiar en un resultado positivo. Sin embargo de nuevo pudimos comprobar que el fútbol es el deporte más injusto de cuantos se practican sobre la faz de la Tierra.
Para empezar sucedió lo peor que nos pudiera ocurrir: que a los dos minutos una sucesión de torpes rechaces habilitaron a Jurado para lanzar un disparo cruzado que ponía el 1 - 0 en el casillero de los colchoneros. Maldita Fortuna, mujer despiadada que has jurado romper nuestro horizonte cada vez que un rayo de sol se asoma a nuestras praderas. Maldita, sí, porque el partido se puso duro como la roca seca de la derrota, aunque seremos justos y diremos que el Real Zaragoza abrazó el esfuerzo y el tesón y afrontó el encuentro con valentía y orgullo. Y jugó bien, con tensión, con achiques, con rapidez mental y física, hasta que llegó un penalty justo después de una estupenda jugada de la línea de tres cuartos zaragocista. Alegría y entusiasmo a partes iguales, porque veíamos que el equipo estaba fuerte y en su fortaleza estaba nuestra esperanza. Sin embargo pronto llegó la noche.
Babic lanzó el penalty y el joven De Gea lo detuvo. Desaliento e ira., pues semejante ocasión no podíamos desaprovecharla. Nuevo golpe, pues; nuevo revés que el equipo, no obstante, supo asumir. Y siguió en la pelea, en la destrucción de posibles cicatrices, en la construcción de nuevas ocasiones. Para ello el destino nos tenái reservada la lesión del croata y el debut de Lafita, el joven aragonés maltratado por la voluntad huidiza y mortecina de un dirigente cuyo nombre oscurece la limpieza de los espíritus blancos, por lo que ni lo mencionaremos. El zaragozano aportó más dinamismo a la banda y el grupo suspiró, pues seguían abiertas todas laspuertas.
La segunda parte fue una continuación, una prolongación de la voluntad de superación del equipo del Ebro. Nos gustaba su deseo de vencer, su espíritu de rebeldía ante el infortunio y su desprecio a las palabras grises del destino. Pero este no se olvidó de nosotros, y tras una descarada cabalgada del Kun Agüero el átbitro pitó una discutible falta cuya ejecución significó el segunod gol rojiblanco. Dos a cero y de nuevo un mundo ante nuestra mirada. Marcelino reaccionó y propuso un vuelco. A por todas y eso significaba la aportación de Ewerthon, quien, a los pocos minutos, tuvo ocasión de estrenar su registro goleador al ejecutar un segundo penalty que, esta vez sí, supuso gol para el Real Zaragoza. Y quedaban veinte minutos.
Veinte minutos que los madrileños vivieron con angustia, pues los zaragocistas amenazaron hasta el final con un empate que, desde luego, habría sido el resultado más justo. Fueron varias las ocasiones que se desperdiciaron, pero aunque lo justo hubiera sido lo contrario, el partido acabón con ese 2 - 1 que deja a los atkéticos un poco más tranquilos y supone un leve freazo a la progresión del Real Zaragoza, que, aun así, puede estar satisfecho de la imagen ofrecida. Es una forma de decir que este equipo es capaz de encender fértiles fogatas que servirán para alumbrar mares de victoria.
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