Me gustan las tertulias deportivas. Me gustan porque me confortan y me acercan a la realidad de mis equipos favoritos y, sobre todo, del equipo de mis amores: el Real Zaragoza. Y me gustan porque quienes en ellas participan hablan sólo de lo que saben, y ese es un valor que yo aprecio mucho. Por contra, no me gustan esos opinadores profesionales que tan pronto se muestran como exégetas de la economía mundial como entendidos sobre escatología sociológica. Los tertulianos de deportes hablan de deportes. Punto.
Decía que me confortan. Es verdad. Provocan en mí emociones cálidas y amables, algo así como ver un episodio de "Embrujada", donde todo lo que sucede es cercano, afable, cordial. Y escucho todo lo que puedo. Es cierto que la televisión e internet me ayudan mucho, pues no vivo en Zaragoza, por lo que conecto Aragón Televisión los domingos por la noche, acudo a los podcast de aragonradio2.es o utilizo la estupenda propuesta de aupazaragoza.com, donde tienen el detalle de colgar algunas tertulias y programas de radio de interés zaragocista. ¡Gracias, amigos! ¡No sabéis el bien que hacéis al zaragocismo en la diáspora! Gracias a ellos es más fácil mantener viva la llama blanquiazul, que tan necesitada está de aliento y oxígeno.
Por supuesto hay tertulianos con los que me siento más identificado que con otros, pero todos aportan su sabiduría, su experiencia y su pálpito zaragocista. A todos, mi reconocimiento y mi fidelidad, pues sus voces son los faros que alumbran el camino de regreso casa. A Primera.
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