La victoria ante el Eibar proporcionó serenidad al universo zaragocista. Los planetas que giran en torno a nuestro sol, léase prensa, afición y club, viven desde hace varios días empeñados en preparar el próximo partido y nada más, que es lo mejor que le puede pasar a un equipo de fútbol. Eso es signo de calma y propuesta de futuro, pues en esa atmósfera crece con más claridad la posibilidad de crecer. Y es que se jugó con más criterio, se logró un triunfo necesario y se abrieron varias compuertas a la seguridad y la certeza, por lo que el horizonte aparecía más cercano. Sin embargo...
Sin embargo, como no todo es ruptura de fronteras odiadas, siempre hay motivo para temer. En esta ocasión nos toca vivir el sufrimiento de una posible pérdida. Los cantos de sirena que tan divertidamente recrea hoy en su viñeta Bernal en el Diario EQUIPO atronan en el futuro de Oliveira, que es lo mismo que decir el futuro del Real Zaragoza, y ya se ha abierto la caja de los truenos, del debate en el zaragocismo, sobre la conveniencia o no de venderlo al módico precio de 35 kilos de los de ahora.
No es lo mejor que nos podía pasar. No por el debate, que uno siempre defenderá que el contraste de opiniones es necesario, ni por la posiblidad o no de perder al mejor delantero de la Liga, sino porque estas situaciones descentran a cualquier jugador y desestabilizan cualquier plantilla, y eso es justo lo que no necesitamos en estos momentos. El Real Zaragoza precisa tensión en la competición, calma chicha en el vestuario y atención en la hinchada, tres interesantes argumentos para mantener el rumbo que ahora parece que tomamos y lo demás no es sino enmarañado follaje obturando el camino que debe llevarnos a casa. A Primera.
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