Hace unos días escribí un artículo que titulé "Oigo tus melodías" y en él expresaba mi afición por las tertulias deportivas y reconocía el valor del trabajo de quienes en ellas participan, pues "todos aportan su sabiduría, su experiencia y su pálpito zaragocista. A todos, mi reconocimiento y mi fidelidad, pues sus voces son los faros que alumbran el camino de regreso casa."
Sin embargo, debo decir que desde hace unas semanas percibo una atmósfera de cierta inquietud e, incluso, me atrevería a decir que de nerviosismo. Periodistas cuyas formas siempre me han agradado muestran estos días un rictus que antes me turba que me conforta, cuando lo que necesitamos los lectores-telespectadores-radioyentes zaragocistas es información, clarvidencia, horizontes anchos.
Anoche, por ejemplo, en el programa televisivo "La Jornada", Pedro Hernández entrevistó a Marcelino, entrenador del Real Zaragoza. En el transcurso de la misma, entre otros asuntos de mayor o menor relevancia, el técnico asturiano solicitó por encima de todas las cosas unidad. Unidad para afrontar la temporada, el desafío histórico al que se enfrenta el club y el zaragocismo en su conjunto, pues considera que ese espíritu unitario no existe o no es el que debiera. Unidad para lograr el único objetivo que debe guiar nuestros actos y nuestros sueños. Unidad.
La respuesta de los contertulios fue variopinta y, por supuesto, digna de todo respeto. Sin embargo no puedo por menos que señalar que no comparto la reacción de algunos de ellos. Se pidió unidad, y se contestó que esa unidad la debe fomentar el equipo, incluso el propio club, aportando más cariño y cercanía. Se pidió unidad, y se contestó que lo que ofrece ahora Marcelino no se corresponde con lo que prometió, ese fútbol moderno que propuso como contestación al fútbol predicado por Victor Fernández de toque y combinación. Se pidió unidad, y se contestó que el Zaragoza no juega bien ni está respondiendo hasta ahora a las expectativas, habida cuenta de la plantilla y entrenador con que cuenta.
Todo, absolutamente todo es respetable. Todo es defendible y cada uno tenemos nuestras razones para defender aquello en que creemos. Sin embargo, tengo para mí que se está abriendo una peligrosa brecha entre Marcelino y los medios de comunicación aragoneses, y si eso es así nada bueno nos espera. Nuestra Historia está repleta de grandes gestas y triunfos de los que senrtirnos orgullosos, pero también asoman pequeñas miserias que nos han llevado a la ciénaga del fracaso. Sé que lo que digo sale del dolor que todos compartimos desde aquel negro día de Mayo, pero me voy a atrever a pedir al zaragocismo, a unos y a otros, a quienes gestionan y a quienes opinan, a quienes juegan y a quienes informan, a quienes dirigen y a quienes contemplan cada latido zaragocista, unidad. Ahora hay una empresa, una única empresa, y no es otra que lograr el ascenso.
Y comenzaré yo mismo poniendo mi primer granito. Mejor dicho, ya comencé ayer cuando escribí el artículo titulado "La repentina sordidez", y lo vuelvo a hacer hoy mostrando mi total confianza en Marcelino y sus jugadores. A pesar de no creer en su propuesta futbolística, a pesar de preferir otros aires futbolísticos como ya es conocido si has tenido a bien leerme en alguna otra ocasión, a pesar de dudar a veces de mis jugadores. A pesar de todo ello, me subo al carro de la unidad y del esfuerzo común. Marcelino es mi entrenador y lo defenderé a muerte, como defendí a Paco Flores, a Víctor Muñoz, a Víctor Fernández y a todos los que ostentaron el león en su pecho porque en ese momento eran mis comandantes. Unidad y paso al unísono para recorrer este angosto camino de regreso a casa. A Primera.
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Sin embargo, debo decir que desde hace unas semanas percibo una atmósfera de cierta inquietud e, incluso, me atrevería a decir que de nerviosismo. Periodistas cuyas formas siempre me han agradado muestran estos días un rictus que antes me turba que me conforta, cuando lo que necesitamos los lectores-telespectadores-radioyentes zaragocistas es información, clarvidencia, horizontes anchos.
Anoche, por ejemplo, en el programa televisivo "La Jornada", Pedro Hernández entrevistó a Marcelino, entrenador del Real Zaragoza. En el transcurso de la misma, entre otros asuntos de mayor o menor relevancia, el técnico asturiano solicitó por encima de todas las cosas unidad. Unidad para afrontar la temporada, el desafío histórico al que se enfrenta el club y el zaragocismo en su conjunto, pues considera que ese espíritu unitario no existe o no es el que debiera. Unidad para lograr el único objetivo que debe guiar nuestros actos y nuestros sueños. Unidad.
La respuesta de los contertulios fue variopinta y, por supuesto, digna de todo respeto. Sin embargo no puedo por menos que señalar que no comparto la reacción de algunos de ellos. Se pidió unidad, y se contestó que esa unidad la debe fomentar el equipo, incluso el propio club, aportando más cariño y cercanía. Se pidió unidad, y se contestó que lo que ofrece ahora Marcelino no se corresponde con lo que prometió, ese fútbol moderno que propuso como contestación al fútbol predicado por Victor Fernández de toque y combinación. Se pidió unidad, y se contestó que el Zaragoza no juega bien ni está respondiendo hasta ahora a las expectativas, habida cuenta de la plantilla y entrenador con que cuenta.
Todo, absolutamente todo es respetable. Todo es defendible y cada uno tenemos nuestras razones para defender aquello en que creemos. Sin embargo, tengo para mí que se está abriendo una peligrosa brecha entre Marcelino y los medios de comunicación aragoneses, y si eso es así nada bueno nos espera. Nuestra Historia está repleta de grandes gestas y triunfos de los que senrtirnos orgullosos, pero también asoman pequeñas miserias que nos han llevado a la ciénaga del fracaso. Sé que lo que digo sale del dolor que todos compartimos desde aquel negro día de Mayo, pero me voy a atrever a pedir al zaragocismo, a unos y a otros, a quienes gestionan y a quienes opinan, a quienes juegan y a quienes informan, a quienes dirigen y a quienes contemplan cada latido zaragocista, unidad. Ahora hay una empresa, una única empresa, y no es otra que lograr el ascenso.
Y comenzaré yo mismo poniendo mi primer granito. Mejor dicho, ya comencé ayer cuando escribí el artículo titulado "La repentina sordidez", y lo vuelvo a hacer hoy mostrando mi total confianza en Marcelino y sus jugadores. A pesar de no creer en su propuesta futbolística, a pesar de preferir otros aires futbolísticos como ya es conocido si has tenido a bien leerme en alguna otra ocasión, a pesar de dudar a veces de mis jugadores. A pesar de todo ello, me subo al carro de la unidad y del esfuerzo común. Marcelino es mi entrenador y lo defenderé a muerte, como defendí a Paco Flores, a Víctor Muñoz, a Víctor Fernández y a todos los que ostentaron el león en su pecho porque en ese momento eran mis comandantes. Unidad y paso al unísono para recorrer este angosto camino de regreso a casa. A Primera.
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