Apartaré la esperanza del miedo
El Real Zaragoza y el Catellón empataron 1 - 1 en partido correspondiente a la 11ª jornada del Campeonato Nacional de Liga de 2ª División. El gol de los nuestros lo marcó Ewerthon.
Me ha costado saludar a la pantalla blanca. Me ha costado decirle "aquí estoy para lo que quieras", pues este cuerpo tantas veces maltratado por el destino futbolero de nuestro Real Zaragoza cada vez encaja peor los reveses y no es cosa de acelerar el ritmo cardíaco, que este mi corazón con frecuencia me pide suavidad y ternura y desprecia las emociones fuertes que antaño disfrutara con tanto placer. Hoy, amigos, estoy apesadumbrado.
El partido fue muy feo. Los jugadores que dispusieron las armaduras que la Historia les ha encomendado no fueron dignos herederos de su pasado y una vez más renegaron de los versos que de generación en generación han transmitido los sumos sacerdotes del zaragocismo para su advocación y cumplimiento. Sé que estamos en Segunda División; sé que hay un único objetivo, que no es otro que ascender; sé que pisamos un territorio yermo y abandonado por todos los dioses que han habitado todos los cielos, pero mi memoria me obliga a exigirle al Real Zaragoza que muestre capacidad para degustar mejores licores que los brebajes que nos ofrece. No merecen sentirse portadores de nuestras esencias si no son capaces de jugar al fútbol, porque sólo así se ganan los partidos. Lo demás son discursos legítimos, pero que nunca compartiré.
El Real Zaragoza no jugó al fútbol y si esto es todo lo que nos puede ofrecer esta temporada, propongo redactar un manifiesto contra la tristeza, un manifiesto al modo dadaístya, en elq eu manifestemos nuestra fe enm este juego, en este deporte y en la forma en que la Romareda, Zaragoza y el zaragocismo entiende el fútbol. Al final, todo es una cuestión de calidad. No hay sistema, ni estrategia ni dibujo que respire por sí solo. En todos los casos necesita de intérpretes, de actores que reciten los diálogos que otros escriben para ellos pero a los que les prestan su alma y su aliento. Marcelino tiene que responder, y no me cabe duda de que lo hará, pero sus jugadores, nuestros jugadores, tienen mucho que decir. Se les ha llamado para que cumplan una gesta reservada a los héroes. Hora es de que enseñen al presente el brillo de su talento para que el futuro así se lo reconozca. Es la manera elegida por el destino para acariciar el pomo de la puerta que debemos atravesar para regresar a casa. A Primera.
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2 comentarios:
Hablas de talento Juan, pero no se si hay alguna voz cualificada en el Zaragoza (a día de hoy) para responder...
El único susurro es el de Jorge López, que podría llevar la voz cantante. Pero la falta de un mediocentro creador y de un interior derecha le quitan el aliento para responderte.
Por otro lado, la dependencia de Oliveira es preocupante...
El Zaragoza tiene los mismos problemas que el año pasado, si bien la diferencia es que estos jugadores son mejores que muchos de segunda (lo contrario que pasaba en primera).
El Zaragoza ha fichado mal: Pignol no tiene nivel ni para un Zaragoza en segunda (Marcelino, ¿sabes quien es Valero?, ¡está en el filia y ya ha jugado en primera, y bien!); Arizmendi no es mal futbolista para primera, sí para segunda; ¿Coentrao? NS/NC...
Salvaría, y no mucho, a Pulido, Songo'o y Braulio (aunque cuando me enteré que cobra un millón de euros...); y, obviamente, a Jorge López.
Le falta un lateral izquierdo suplente (¡cómo juega Ripa en el Huesca!) y, sobretodo, y esto ya de hace muchos años, le faltan mediocentros creadores. No hablo de un Xavi o un Iniesta, pero si podrían haber intentado el fichaje de un Casquero, Javi Fuego (pedazo de mediocentro que tiene el Sporting),... o, al menos, haberse quedado con el único que sabía un poco de eso que era Celades, que aunque mayor, en segunda habría ido muy bien.
Es inaudito que pretendan hacer un equipo grande con gente como Herrera en la secretaría técnica, y dejando ir a otros como Pardeza.
El Zaragoza subirá, por su propio peso, seguramente, pero mucho tiene que cambiar para no volver a caer al año que viene.
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